Julio Cortázar estaba invitado. Pero no pudo acudir. Desde París había enviado una carta manuscrita a Marita Frau, que dirigía el Centre d' Estudis Gabriel Alomar y participaba en la organización de aquel evento. Guardo una fotocopia de esa carta entre las páginas de Rayuela. "Mi salud no es buena y de ninguna manera puedo comprometerme ahora a asistir al encuentro del mes de marzo" escribía con letra menuda pero totalmente legible. La carta esta fechada en Paris, el 22 de septiembre de 1983 y el 'encuentro del mes de marzo' al que aludía Cortázar eran las Jornadas Latinoamericanas que se celebraron en Mallorca en marzo del año siguiente. Murió un mes antes pero fue, igualmente, su gran protagonista.
El otro protagonista fue Ernesto Cardenal, que ha muerto este 1 de marzo de 2020. Le vi entrar en el Teatre Principal de Palma, donde se inauguraban esas jornadas que pretendían debatir el presente y futuro de la cultura latinoamericana. Era una iniciativa del Centre d'Estudis Gabriel Alomar, de la Universitat de les Illes Balears y de la emisora Radiocadena Española que, para entonces, emitía en Mallorca una programa llamado V Centenario.
Era por la tarde. Quien entonces estaba hablando sobre el escenario del Teatre Principal (no sabría decir, con seguridad, si se trataba de Eduardo Caldarola, un argentino que para entonces se movía mucho por Palma) interrumpió lo que estaba diciendo para anunciar que Ernesto Cardenal -que además de cura, poeta y revolucionario era ministro de Cultura de Nicaragua en aquella época- acababa de llegar. Y recorrió lo que va de la entrada de la sala al escenario. Bajito, sonriendo, cogiéndose una mano con otra y levantando luego ambos brazos unidos por las manos a modo de saludo mientras avanzaba entre aplausos.
Le vi desde un palco del Principal, muy arriba. Y quizá por eso me pareció tan bajito. Si estaba yo allí es porque (además de apetecerme mucho) me habían encargado en el diario Baleares que estuviera allí. No me lo podía creer. Y, menos todavía, que vería entrar a Ernesto Cardenal y que éste nombraría a Julio Cortázar. Y tampoco me podía creer que, otro día, estuviera delante de Cardenal cuando dijo que no tendría ningún inconveniente en que los Estados Unidos enviaran observadores a Managua para las elecciones siempre y cuando Nicaragua pudiera enviarlos a las presidenciales de noviembre de aquel año.
Volví encantado al periódico, que agotaba sus últimos tiempos como diario del Estado. A Jaime Jiménez, que era el redactor jefe, le hizo gracia mi entusiasmo y que, prácticamente, me ofreciera voluntario para cubrir aquel evento que duró varios días. Y le dio por llamarme sandinista y Sandino. Luego, por abreviar, se quedó en Sandi. Y todo el mundo empezó a llamarme así. Cómo me dio por sustuituir la i latina por una griega al escribirlo, no lo sé. Pero ahí sigue, desde entonces hasta ahora, 36 años después.
Aquellas Jornadas Latinoamericanas reunieron en Palma a un nutrido grupo de escritores, escritoras y representantes políticos. No sólo Ernesto Cardenal. También Oswaldo Soriano, Nélida Piñon o Roberto Fernández Retamar. Te podías cruzar con cualquiera y preguntarles directamente. El cubano Fernández Retamar, que era muy alto, casi me fulmina con la mirada cuando le pregunté por algo que había dicho el poeta disidente Valladares. Recuerdo que le llamó 'la cosa Valladares'. Entonces, como ahora, yo metía la pata. No puedo ocultar por más tiempo que en alguna información de aquellos días escribí que en la clausura intervendría Maria Helena Olivares a la que me referí como 'cantautora' en vez de como soprano colombiana.
Ha muerto Ernesto Cardenal. Y yo he recuperado una parte de mi memoria de estos tiempos para guardarla, entre otros recuerdos, en esta 'caja de cosas'.
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