viernes, 10 de noviembre de 2023

Historia de dos ciudades

 

Es el inolvidable inicio de Historia de dos ciudades, de Dickens: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la de la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos pero no teníamos nada”. Es el principio inolvidable de Historia de dos ciudades pero también es la mejor descripción para enmarcar la época, y posiblemente la vida, de Guiem Soler: aquellos años ochenta del siglo pasado, cruce de caminos en los que, otra vez Dickens, “caminábamos derechos al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto".

Ha muerto Guiem, o Guillem, Soler Niell, escritor – poeta principalmente, pero no solo – , devorador de libros y hasta director general de Cultura del primer Gobierno autónomo de Baleares. El periodista Andreu Manresa fue quien, el jueves, en un tuit de casi noche, dio la noticia. Manresa era amigo suyo y anotó de manera concisa quién era Soler: “Poeta, balearico, expolitic. 71 anys i 13 baldat, cuida't per Elsa. Professor, exdirector de Cultura al 1987 va fer la gran expo ‘Paisatges’ amb Barceló, Kiefer, Schanbel, Cucchi i Garouste. Té inèdit un llibre gros sobre Mallorca “¿Qué hay de lo nuestro?” Elsa es la empresaria mallorquina Elsa Dengra. Y sí, estuvo cuidando a  Soler en Porto Petro desde su infortunada caída de hace trece años.

Igual en el libro inédito habrá dejado rastros Soler de aquella época en que fue director general de Cultura, con treinta y pocos años y sustituyendo a Pedro Montaner. Llevaba sólo un mes en el cargo y la ciudad se llenaba ya  de maledicencias, como en la Vetusta de La Regenta de Clarín. “Palma es una ciudad pequeña y provinciana” declaraba en plena polémica sobre su gestión en la Conselleria de Cultura y su apuesta, no siempre entendida, por Interfacies, una bienal que iba a celebrarse en Mallorca y que dormía el sueño de los justos después de que a su antecesor le pusieran también problemas en el equipo político de Gobierno autónomo. Claro que no solo el equipo de gobierno. También hay mafias y clanes en el mundo del arte. Y en Mallorca, está claro. Aquella bienal no se puso en marcha pero derivó en una exposicón, ‘Paisajes’, que quedará como herencia de su paso por Cultura. Es posible que, de haber podido o si le hubieran dejado, habría hecho más. Hasta imaginó una nueva política en el mundo del libro en su primera etapa en la Conselleria. Y llegó a decir: “Comunidad autónoma es sinónimo de señas de identidad, es cierto, pero autonomía también es proyectarse al futuro. Hay que traspasar a nuestro país todas las fórmulas del pensamiento modernas para que este país sea un país joven y con perspectivas de futuro". Y aún proclamó: "Esa será la base de la nueva política del libro en nuestras Islas”.

A Soler le tocó igualmente bregar con la resistencia del poder político (ahora puede parecer extraño, casi increíble) a entender a Joan Miró. Eso podría contarlo mejor su biógrafo, otro mallorquín de la generación de Soler, el periodista Josep Massot. Al ex director general de Cultura le tocó, además, negociar con el Ministerio de Cultura para que se quedaran en las Islas los fondos que la familia Miró había entregado al Estado en concepto de pago del impuesto de sucesiones. Todavía no existía la Fundació Pilar i Joan Miró, que abrió sus puertas en 1992, y las instituciones actuaban sin coordinación: el Gobierno blaear iba por un lado y el Ayuntamiento de Palma por otro. Posiblemente fue  Guillem Soler la última persona a quien vio Emilio Fernández Miro, ‘Emi’, antes de que se echase al mar en 2012.

Hay algo que enlaza, otra vez Historia de dos ciudades, a toda esa generación de los años cincuenta: el eje Palma-Barcelona. Eso,  y el baile constante entre la vida y la muerte, entre el día a día y el más allá. Aquella generación ha ido reconociéndose a sí misma mientras iba viendo morir a sus amistades. Todo lo poseíamos pero no teníamos nada. Por eso es importante la memoria, el recuerdo y un punto de poesía. Y también todo eso lo es en la muerte de Guillem Soler. Ese Soler que citaba a veces a Lord Byron, quien sabe si recordando aquello suyo: “Ahora es preciso que yo duerma”. 

(Sí, supongo que podría haber hablado más con  Guiem Soler de  todo esto. Pero no lo hice. Ni entonces, ni después. En aquellas épocas nuestras conversaciones iban por otro lado. Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos)