miércoles, 31 de diciembre de 2014
miércoles, 29 de octubre de 2014
¿El periodismo de papel es 'la casta'?
El próximo ciclo electoral (municipales, autonómicas y generales) no será sólo una prueba para el modelo actual de partidos. Será, sobre todo -y ya lo está siendo- un termómetro que medirá la influencia y el papel de los medios de comunicación ante unas elecciones que tienen pocos precedentes y que parecen apuntar a que nada volverá a ser como antes.
Casi todos los medios de comunicación han publicado encuestas de intención de voto. Los mismos sondeos que, meses atrás, no vieron si por asomo a Podemos, lo han situado ahora como clave para futuras mayorías. No hay encuesta que se precie que no incluya en sus gráficos a Podemos y hasta se le atribuye la responsabilidad de decidir si debe seguir gobernando el Partido Popular o si tiene que permitir que gobierne el PSOE. Todo eso, ignorando que Podemos llevaba ya bastante tiempo dejando caer que hacer de árbitro no era su propósito. Es igual. Los medios han seguido con análisis de otras épocas, de aquellos tiempos en los que las elecciones eran obra de dos protagonistas principales y un grupo de secundarios salía a escena para dar color a una representación sin sorpresas. Es un debate político-periodístico con planteamientos que todavía tenían sentido hace una década pero que tienen poco que ver con la realidad actual. Además, la mayoría de las encuestas incluyeron a Podemos con sus siglas en las municipales antes de que su asamblea acordara que no optarían a los ayuntamientos aunque sí a los parlamentos autonómicos. Será difícil establecer comparaciones con procesos anteriores porque tendrán poco que ver.
Durante mucho tiempo política y medios de comunicación han sido la imprescindible pareja de baile Se han necesitado, o utilizado, mútuamente como parte del espectáculo. Igual que, en estos nuevos tiempos, se señala con insistencia al bipartidismo o la casta (que no es más que la manera amable de llamar a la oligarquía de siempre), también habrá que preguntarse hasta qué punto esa otra pareja (política y medios), está obligada a cambiar su relación para que no se convierta en una variante de ese sistema. Los programas de cotilleo político son un vivo ejemplo y un ovillo del que habrá que tirar. La aparente pluralidad de algunos programas no es indicador de pluralidad sino más bien de cambalache. O de simple estrategia. Lo ha admitido recientemente Juan Carlos Monedero: si nos llaman a la Sexta es porque le subimos la audiencia.
De aquí a unos meses, con la llegada del nuevo año, entraremos en un tiempo diferente que sólo terminará de completarse ante nuestros ojos cuando haya finalizado el ciclo electoral. Puede que entonces, después de las generales de 2015, se haya formado un Parlamento que tenga poco que ver con el actual. De cualquier modo, también cambiará el mundo de los medios de comunicación que están transitando (aunque ya tienen una parte andada) por el mismo camino de incertidumbre que la vida política.
Todo lo que se está moviendo ahora en los partidos políticos, empezó a moverse recién iniciado el siglo en los medios de comunicación. La prensa escrita bien podría equivaler ahora a PSOE y PP, por representar en estos dos partidos a la vieja política, a 'la casta'. Y lo que arrastra Podemos y todo el activismo en red (aún cargado de incógnitas) respondería a su equivalente en los medios digitales. Como la transformación de los medios empezó antes que la de los partidos, parece claro que, en la política, habrá una etapa de cohabitación. Las elecciones empezarán a modificar el mapa pero no lo sustituirán por otro.
Ya no hay ninguna empresa que se plantee seriamente seguir utilizando únicamente el soporte de papel para sobrevivir y, aunque a mí me atraiga especialmente la tinta impresa y la lectura sosegada, tengo claro que ya no soy un representante de las nuevas mayorías. Es una simple cuestión generacional. No es culpa de la crisis -si se exceptúa que con la crisis se acabaron buena parte de las ayudas públicas y que el pastel publicitario se 'diversificó-, sino del cambio social y del cambio de hábitos. Los periódicos de papel no desaparecerán del todo, como no lo harán PSOE y PP, pero parece claro que después de las elecciones dejarán de ser los protagonistas absolutos. Del mismo modo que Podemos y su mundo no sustituirá a 'la casta', habrá que contar con quienes les siguen. Igual que los medios tradcionales empezaron a ponerse nerviosos hace diez años (y muchos parecen haber enloqueceido en estos días de 2014), el bipartidismo ya le ha visto las orejas al lobo.
Los medios intentan adaptarse a la nueva realidad y muchas veces parecen tener problemas en contarla. Ya no es posible hacerlo de una única manera como ya no es posible abordar unas elecciones con los planteamientos de la Transición. Después de las elecciones será hora de pasar cuentas. No únicamente entre los partidos. También entre los medios; por ejemplo de cómo primero no vieron a Podemos y luego lo han visto en cada esquina. A los medios les cuesta admitir la evidencia. Seguramente, y con independencia del resultado, todas las encuestas se considerarán a sí mismas acertadas. Todos los medios pugnarán por haber avanzado lo que suceda en 2015, sea lo que sea. Todos habrán ganado, que es lo que dicen tras pasar por las urnas los partidos de la vieja casta.
Todo lo que se está moviendo ahora en los partidos políticos, empezó a moverse recién iniciado el siglo en los medios de comunicación. La prensa escrita bien podría equivaler ahora a PSOE y PP, por representar en estos dos partidos a la vieja política, a 'la casta'. Y lo que arrastra Podemos y todo el activismo en red (aún cargado de incógnitas) respondería a su equivalente en los medios digitales. Como la transformación de los medios empezó antes que la de los partidos, parece claro que, en la política, habrá una etapa de cohabitación. Las elecciones empezarán a modificar el mapa pero no lo sustituirán por otro.
Ya no hay ninguna empresa que se plantee seriamente seguir utilizando únicamente el soporte de papel para sobrevivir y, aunque a mí me atraiga especialmente la tinta impresa y la lectura sosegada, tengo claro que ya no soy un representante de las nuevas mayorías. Es una simple cuestión generacional. No es culpa de la crisis -si se exceptúa que con la crisis se acabaron buena parte de las ayudas públicas y que el pastel publicitario se 'diversificó-, sino del cambio social y del cambio de hábitos. Los periódicos de papel no desaparecerán del todo, como no lo harán PSOE y PP, pero parece claro que después de las elecciones dejarán de ser los protagonistas absolutos. Del mismo modo que Podemos y su mundo no sustituirá a 'la casta', habrá que contar con quienes les siguen. Igual que los medios tradcionales empezaron a ponerse nerviosos hace diez años (y muchos parecen haber enloqueceido en estos días de 2014), el bipartidismo ya le ha visto las orejas al lobo.
Los medios intentan adaptarse a la nueva realidad y muchas veces parecen tener problemas en contarla. Ya no es posible hacerlo de una única manera como ya no es posible abordar unas elecciones con los planteamientos de la Transición. Después de las elecciones será hora de pasar cuentas. No únicamente entre los partidos. También entre los medios; por ejemplo de cómo primero no vieron a Podemos y luego lo han visto en cada esquina. A los medios les cuesta admitir la evidencia. Seguramente, y con independencia del resultado, todas las encuestas se considerarán a sí mismas acertadas. Todos los medios pugnarán por haber avanzado lo que suceda en 2015, sea lo que sea. Todos habrán ganado, que es lo que dicen tras pasar por las urnas los partidos de la vieja casta.
sábado, 5 de julio de 2014
Con Pedro Jota Ramírez en los días del pacto (1999)
Pedro J. ya había iniciado sus vacaciones en Mallorca aquel 10 de julio de 1999 en que el Consejo Político de Unió Mallorquina (UM) anunció que apoyaría al socialista Antich como candidato a la Presidencia del Govern y, esa tarde, se pasó por la redacción del periódico en Palma. El periódico había salido con un gran titular en la primera página. El siguiente: 'UM, a punto de rechazar la mejor oferta realizada por el PP a una autonomía'.
La información, y hasta el modo de presentarla, era muy parecida a la de otros medios. No sé cómo debió ser la tarde en UH o DM pero sí cómo había sido la de El Mundo de Baleares, que para entonces dirigía Luis Fidalgo. Recuerdo que, en algún momento, entré con Tomás Bordoy al despacho de Fidalgo y hablamos. Aquellos días, desde las elecciones autonómicas del 12 de junio en que el PP se quedó sin mayoría absoluta, fueron días de mucho despacho. Había una doble entrada de información. De una parte, la que ibas consiguiendo por ahí, en ruedas de prensa, conversaciones y llamadas. Y, de otra, la que te llegaba directamente al periódico. Llegaba del Consolat de Mar o 'de Madrid'.
Los periódicos 'de Madrid' - en una época sin Twitter ni Face-, las teles y las radios habían convertido a Baleares en protagonista. El ABC, La Razón y la Cope llevaban informaciones incendiarias, hablaban de 'Bofetada a la democracia en Baleares' y, en general, daban lecciones de todo. El País, más 'independiente' y discreto, también incluía esa información facilitada desde el poder pero la difuminaba con otras. El País siempre ha tenido un no sé qué para estas cosas.
Ni entonces, ni años después cuando puedo escribir con cierta perspectiva de todo aquello, logro entender qué tenía Baleares y su gobierno autonómico para que se promoviera aquella operación que intentó impedir que se formara un gobierno de izquierdas en las Islas. Los medios pontificaban de todos los males que podían llegar a esta comunidad y daban lecciones. Imaginen a 13TV hablando de Podemos. Pues eso ocurría en 1999 en relación a Baleares.
El 18 de julio, cuando casi estaba resuelto todo lo que pretendo recordar, Leonor Taboada publicó una columna en El Mundo de Baleares Se llamaba 'El ocaso de los popes' y arrancaba así: "De ahora en más, hombres y mujeres de estas Islas, tenemos derecho a no creer nada de lo que nos cuenten desde Madrid". Taboada, que es un referente en el feminismo y en la lucha por la visibilización de las mujeres (http://jutobla.blogspot.com.es/2013/03/la-maleta-del-8-de-marzo-la-epopeya-de.html) era columnista del periódico desde que, años atrás, cuando se llamaba El Día 16, Tomás Bordoy le planteó una arriesgada apuesta y le encargó la contraportada de los sábados con una sección de análisis de lo que publicaban las revistas del corazón. Taboada, aquel día de julio, reflexionaba sobre el estrepitoso fracaso de 'los columnistas habituales' de Madrid a la hora de anticipar lo que iba a ocurrir en la política balear. Y concluía: "Las elecciones de Baleares han demostrado también que la estrategia de gastarse el dinero público en campañas de autobombo no funciona, y que la estúpida opinión pública no es tan estúpida. Han fallado los popes del periodismo y han fracasado estrepitosamente los de la propaganda y la publicidad".
Creo que nunca veré nada igual a aquello que viví en los días que fueron del 12 de junio al 3 de agosto, cuando se cerró todo el baile de cambios y yo me fui de vacaciones. No recuerdo muy bien si Tomás estaba en la redacción la tarde del 10 de julio cuando entré al despacho del director y me senté con Pedro J. para hablar de UM, de lo que había pasado esa mañana, de lo que ese partido significa para la política balear y sobre cuál sería el gran titular de la portada del día siguiente. El director de El Mundo escuchaba y, a la vez, miraba fotos y hablaba con Fidalgo. Preguntaba, gesticulaba, emitía un curioso sonido al respirar que otros han relatado en libros y aparentaba seguridad en sí mismo. Era como si lo controlara todo, como si tuviera el mundo en sus manos. En pocos minutos resolvió (para mi asombro) dos portadas de periódico, la que saldría al día siguiente en Baleares y la de Madrid. Cogió una planilla, garabateó algo, miró a Fidalgo y dictó: 'Munar desdeña la oferta del PP y apoya inicialmente a Antich'. Había reservado un espacio para un pie de foto con información. Le recuerdo pensando, mirándonos y decidiendo el titularcillo: 'El desquite de Munar'. Ahí, en ese pie que había que redactar, se contaría cómo Munar se vengaba, con ese pacto, de un lejano día de 1992 en que Cañellas la echó del Govern. Y Pedro J, mientras, decidía el titular grande de 'nuestra' portada, daba con el que El Mundo iba a colocar para el resto de país, en la edición nacional: 'Un pequeño partido de centro derecha entrega Baleares al Psoe'. Si algo aprendí a mi paso por ese periódico fue la importancia de las fotos comentadas.
Nunca olvidaré aquella tarde, ni otras muchas tardes de aquellas semanas intensas en que todos los poderes del Estado parecían conjurarse para que Jaume Matas siguiera gobernando en Baleares.
Lo que llegó a ofrecer el PP a Unió Mallorquina se publicaba en la edición del 10 de julio que teníamos sobre la mesa cuando Pedro Jota decidía una 'primera' que a mí me parecía histórica. Aznar había ofrecido a Baleares competencias de las 'comunidades históricas', instituciones penitenciarias, policía autonómica, gestión del IVA e impuestos especiales; además de inversiones estatales de 100.000 millones de pesetas en cuatro años y un presupuesto autonómico nunca visto. Además de que UM eligiera la presidencia de la caja de ahorros ‘Sa Nostra’ y otras zarandajas. Todo para que el PP de Matas siguiera en el poder. Pero UM dijo no (Munar se negó a que Javier Arenas le entregara la propuesta personalmente) y apoyó 'inicialmente' a Antich.
En aquella reunión también hablamos de Itema, la 'ITV de UM' que bien podría ser el inicio de un modo de operar que luego marcaría la política insular. Un resumen de aquella historia se publicó coincidiendo con la toma de posesión de Maximiliano Morales como presidente del Parlament. Morales anda estos días de 2014 enfrascado en sus memorias. Y aprovecho la ocasión para aclarar algo: que yo no maté a Liberty Valance. Es decir, que la primera información relacionando la destitución de Munar por Cañellas en 1992 con Itema no la firmaba yo. Es cierto que, en noviembre del 92, ya indagaba esa historia y participé en darle trascendencia. Pero aquella información del 25 de noviembre estaba firmada por dos buenos amigos periodistas que ya han fallecido: Macià Riera y Joan Pericàs. Suyo es el mérito.
Y basta por hoy. Vamos a quedarnos en aquellos días de complejos pactos y relaciones apasionantes entre el mundo de la política y los medios que desembocaron, a finales de julio de 1999, en la toma de posesión del socialista Antich como presidente de Baleares. ¿Qué pasó luego?, ¿Por qué Pedro J. escribió una carta dominical en agosto de 2002 defendiendo 'una boda' entre Matas y Munar (la llamó 'La boda que necesita Baleares'), ¿por qué el combativo libro de Esteban Urreiztieta (Mallorca es nostra, La Esfera de los libros, Madrid, 2011) pasa por encima de este asunto? ¿Por qué Eduardo Inda se cree Cristóbal Colón? Son historias que intento recopilar en esta Caja de Cosas.
miércoles, 28 de mayo de 2014
Desde el otro lado de la urna (y una mirada a los medios)
Participar en ese momento preciso en que se cantan los nombres de las papeletas que van saliendo de una urna es como ver por primera vez una rotativa de periódico en pleno funcionamiento. Sabes que estás participando en el nacimiento de algo; sabes que cuando el acta de la mesa electoral esté redactada, y firmada, será cómo cuando coges el primer ejemplar del periódico y miras la portada. Entonces pensarás en todo lo que ha pasado antes de llegar a ese momento y recordarás los buenos y los malos momentos del proceso previo.
El 25 de mayo de 2014 estuve de vocal electoral en una de las mesas de votación de Palma. Mucho de lo que vi me llamó la atención. Si a veces -- desde los periódicos y sabiendo cómo funcionan-- nos preguntamos cómo es posible que al día siguiente pueda haber un ejemplar en la calle con una información más o menos precisa, participando en una mesa electoral y en una jornada completa de votaciones, te haces una pregunta aún más trascendente: cómo es posible que el sistema funcione y que al día siguiente haya resultados después de haber tenido en nuestras manos la gestión temporal de las papeletas de votación. Gente de la calle, sin haber sido instruida previamente, tiene (tenemos) que intervenir en procesos capitales y hasta tomar decisiones.
A veces ves cosas que si te las contaran no las creerías: como la llegada de sobres que, te dicen, contienen otros sobres con el voto por correo. Un funcionario o funcionaria del servicio postal se acerca a las mesas, te da los sobres y hace firmar unos recibís. ¿Y qué haces tú con todo ese material sensible hasta que, una vez concluida la votación, tienes que introducirlo en la urna? No existen urnas de custodia previa ni cajas selladas ni nada parecido. En mi mesa se decidió dejarlos bajo la urna hasta el momento en que hubiera que introducirlos con los demás. Y confiar en que ninguno se perdiera por el camino o quedase traspapelado.
Lo de las cabinas y la privacidad del voto también te permite hacer dudar de cómo es posible que el sistema pueda llegar a funcionar. A veces llega algún apoderado de un partido raro (de esos que no salen en el guión y que no son ni PP ni PSOE ni siquiera Izquierda Unida) y pregunta por qué sólo hay papeletas de los grandes en las cabinas. La normativa es clara: o todas o ninguna. Cuando los casilleros de los cabinas no bastan, todas las papeletas (y sobres vacíos) van una mesa anexa. La gente mira las papeletas con ojos escrutadores a su espalda. Ojos que ven perfectamente lo que votas y tú, si eres quien está eligiendo papeleta, sabes que te están viendo. A veces los apoderados de los partidos, si saben qué votantes están afiliados, no les dejan hasta que han cogido la opción ‘conveniente’. Incluso una apoderada del PP me vino a preguntar si ya habían votado algunas personas que estaban en el censo. Y me leyó los nombres para que lo comprobara. Entiendo que luego les llamó por teléfono o les mandó un mensaje para que se acercaran al colegio electoral. No le hicieron mucho caso. El domingo se quedó en casa más gente del PP que lo que es habitual.
Ante la mesa de la urna llega gente que no sabe cómo se vota, que viene sin sobre ni papeleta y se limita a enseñarte el DNI pensando que con eso basta Conté al menos tres que entendían que en eso consistía votar: en pasar por delante de la urna y enseñar algún documento acreditativo.
Ante la mesa de la urna llega gente que no sabe cómo se vota, que viene sin sobre ni papeleta y se limita a enseñarte el DNI pensando que con eso basta Conté al menos tres que entendían que en eso consistía votar: en pasar por delante de la urna y enseñar algún documento acreditativo.
Yo ya se que, en estos momentos, estoy haciendo lo mismo que aquel periodista que llegó a Barcelona para dirigir un periódico y que su primera decisión, después de un paseo previo, fue encargar un reportaje sobre lo animadas que estaban las Ramblas en Barcelona Quien se dedica al periodismo tiende a pensar que hasta que no lo has contado por primera vez, nunca ha pasado nada antes. Que el mundo no empieza hasta que tú lo cuentas, vamos. Supongo que, por eso, estoy escribiendo de una jornada electoral vista desde el otro lado de la urna. Por eso, y porque a la vista de los resultados del domingo , también hay que constatar los fallos garrafales que han cometido los medios. Desde dar por hecho que habría más abstención que nunca porque 'estas elecciones no interesan a nadie' a no captar hacia qué lado iba a canalizarse el hartazgo al sistema.
Un sistema que no es un ente abstracto. El sistema no son sólo los partidos políticos, las instituciones o los bancos. El sistema no es sólo la maquinaria electoral que marca un día de elecciones. Ni esos funcionarios llamados representantes de la Administración que se mueven entre las mesas para enviar resultados y que presencian, con la indiferencia que proporciona 37 años de urnas, todos los puntos débiles de la jornada. El sistema no sólo es eso. El sistema son también los medios de comunicación. Los públicos, pero también los privados.
Un sistema que no es un ente abstracto. El sistema no son sólo los partidos políticos, las instituciones o los bancos. El sistema no es sólo la maquinaria electoral que marca un día de elecciones. Ni esos funcionarios llamados representantes de la Administración que se mueven entre las mesas para enviar resultados y que presencian, con la indiferencia que proporciona 37 años de urnas, todos los puntos débiles de la jornada. El sistema no sólo es eso. El sistema son también los medios de comunicación. Los públicos, pero también los privados.
jueves, 15 de mayo de 2014
Debates Electorales. Entre la censura y la objetividad
La normativa electoral española prevista para abordar una campaña electoral desde los medios públicos -que confunde intenciondamente información y propaganda- desvirtúa totalmente su papel y pone en peligro su principal razón de ser, como vienen denunciando asociaciones y sindicatos de periodistas.
Desde el inicio de esta campaña electoral para las europeas del 25 de mayo, he intentado -tanto a través de Twitter como personalmente- que algún cargo político de los que tienen representación parlamentaria me explique claramente porqué siguen apoyando los bloques electorales precocinados y si son, o no, partidarios de su reforma. En general, privadamente, la mayoría defiende el sistema actual e, incluso, asegura que queda garantizada la representatividad. No distinguen espacios de propaganda electoral de la información sobre la campaña electoral y se sienten muy cómodos en la confusión.
Estas absurdas normas empeoran cuando los medios tienen que afrontar un debate electoral televisado. En este caso, la responsabilidad es, sobre todo, de los partidos que lo pactan todo para que no se hable de nada. En general, todo se reduce a entrevistas paralelas que, en muchos casos, rozan la censura (como negarse a que se vean gestos de sorpresa o comentarios cuando habla otro) y no representan, para nada, lo que debería ser un debate. Para hoy está previsto un 'cara a cara' entre Elena Velenciano (PSOE) y Arias Cañete (PP) que, a buen seguro, no se diferenciará nada de otros experimentos anteriores. Lo más lamentable de esta 'censura previa' disfrazada de objetividad es que los partidos también juegan a esto cuando no hay elecciones y no están obligados por ley. Se vio en el 'debate' que el PSOE balear organizó en abril de este año entre sus aspirantes a las primarias: Aina Calvo y Francina Armengol.
Escribo hoy sobre este asunto, del que escriben la mayoría de periodistas e informadores, el día después de ver en una televisión de Mallorca, Canal 4, un encuentro entre seis representantes de otras tantas formaciones que concurren a las elecciones. El PP no quiso acudir.
En general, el modelo de Canal 4 no me gusta, (otro día intentaré explicar las razones en 'Caja de Cosa'), como tampoco me gustó la entrega total de los medios audiovisuales a IB3 cuando el ex presidente Matas impulsó la televisión sin contar con el resto de partidos. Se rindieron antes de tiempo. No me gustaron los inicios de IB3, que cargos del anterior Govern del Pacte barajon cerrar temporalmente, ni me gustan otras otras peculiaridades de la tele autonómica.
Sin embargo, el 'debate' de Canal 4 sí podría aproximarse a lo que la gente también llama debate en la vida cotidiana. Hubo planteamientos generales, quienes participaban tenían opción de replicar y hasta surgieron asuntos no previstos. Es cierto que la moderadora aportó propuestas marca de la casa (asuntos que interesan a la ´linea editorial' de la empresa) pero también es verdad que cada participante se 'retrató y que llegó a visualizarse un abanico de propuestas que no siempre se reflejan. Otro día, más.
Sin embargo, el 'debate' de Canal 4 sí podría aproximarse a lo que la gente también llama debate en la vida cotidiana. Hubo planteamientos generales, quienes participaban tenían opción de replicar y hasta surgieron asuntos no previstos. Es cierto que la moderadora aportó propuestas marca de la casa (asuntos que interesan a la ´linea editorial' de la empresa) pero también es verdad que cada participante se 'retrató y que llegó a visualizarse un abanico de propuestas que no siempre se reflejan. Otro día, más.
sábado, 12 de abril de 2014
Semana Santa. Dios era mujer
Cada año, desde los ochenta, la buscaba en las procesiones de la Semana Santa y siempre le extrañó que Sabina no hubiera convertido en canción esa historia. Todo había comenzado un amanecer, en una de esas despedidas con pocas cosas que decirse de aquellos días de canciones y movidas. «Me voy a dormir hasta la hora de la procesión. Búscame y luego nos vemos, llevaré unas bambas blancas», le dijo. No le pidió el teléfono, los móviles aún no se habían inventado y él pensaba que tarde o temprano se la encontraría por ahí. Nunca había participado en una procesión de la Semana Santa y ni siquiera se había esforzado en ver pasar ninguna. Pero esa tarde la fue a buscar. Se puso en una esquina con la idea de penetrar todos los agujeros de las caperuzas por ver si distinguía sus ojos. Miró todos los pies y buscó las bambas blancas. Alguna vez se acercó al remolino de gente y hasta se chocó con algún paso (lo que incomodaba mucho al personal). Nunca volvió a saber de ella pero se convirtió en un habitual de las procesiones. Las de su ciudad, las de ciudades vecinas y hasta las de ciudades lejanas. Los ochenta se hicieron grandes y luego desparecieron, llegaron los noventa y hasta cambió el siglo. Vinieron los móviles, twitter y facebook. Pero ahí estaba, cada Semana Santa, rememorando religiosamente aquella pasión. Dios era mujer.
sábado, 1 de marzo de 2014
Política y medios: igual es que no pintamos nada
Pongamos que hablo de Baleares. Vivimos en un país extraño. Hoy mismo, día 1 de marzo en que se conmemora la aprobación del Estatuto de Autonomía, los aledaños del Consolat de la Mar (la sede de la Presidencia del Govern) se han llenado de guirnaldas con los colores de la bandera de la II República. Cualquier persona que haya pasado por el Paseo Sagrera habrá reparado en la proliferación de rojos, morados y amarillos sobre casetas y tenderetes que sugerían una fiesta popular. Todo ese despliegue tricolor ha sido para evitar la combinación de rojos y amarillos que recordaran los colores de la bandera de Catalunya que, curiosamente, también están en la de Mallorca, en la (inventada hace tres décadas) de Baleares o en la de Aragón. El gobierno de aquí aprobó una ley con los colores que se pueden colgar o no y esa es una de sus consecuencias.
Vivimos en un país cómico. Y quien dice país, dice comunidad, región o lo que sea. Vivimos en un ente administrativo cómico en el que, curiosamente (y eso puede llamar la atención fuera del sector) los medios de comunicación tienen más libertad que en etapas anteriores. Como no hay dinero de la Administración para campañas institucionales y demás zarandajas, se puede censurar al gobierno del lugar con más libertad que en etapas anteriores. Lo que sucede es que al presidente Bauzá, que gestiona todo esto desde las elecciones de 2011, le ha importado poco (hasta ahora) lo que dijeran los medios tradicionales. Cuando llegó al Govern se lo jugó todo a una carta, IB3-Televisión, y pasó bastante de la prensa escrita y de las empresas de comunicación.
A gobierno de aquí y a su equipo de asesores le importa más lo que diga un tuit que lo que pontifique un editorial. Últimamente, incluso, han recomendado a sus responsables de comunicación que midan sus palabras en la red para no provocar ninguna tormenta que no puedan controlar. Por eso, entre otras razones, 'cayó' la anterior jefa de prensa de Educación. En un país menos alocado que el nuestro, sería objeto de debate interno tener una responsable de Educación como la que nos ha tocado en suerte. Lo que ocurre es que pintamos más bien poco y el poder autonómico lo sabe. También sería motivo para la reflexión el modo en que la consellera portavoz intentó negar el pasado día 28 que el Ejecutivo no tuviera en cuenta a las mujeres en la entrega de sus distinciones autonómicas. Está como bastante asumido que el poder político te tome el pelo y que eso forme parte del espectáculo. Tele 5, Antena 3 e incluso la Sexta están llenas de programas de apariencia periodística en los que lo único que cuenta es el espectáculo.
¿Qué está pasando en Baleares? ¿Por qué unos medios que (teóricamente) ya no dependen del poder político como antaño tienen tan poca capacidad para actuar de contrapeso al poder? No sé si me explico: igual es que no pintamos nada.
Vivimos en un país cómico. Y quien dice país, dice comunidad, región o lo que sea. Vivimos en un ente administrativo cómico en el que, curiosamente (y eso puede llamar la atención fuera del sector) los medios de comunicación tienen más libertad que en etapas anteriores. Como no hay dinero de la Administración para campañas institucionales y demás zarandajas, se puede censurar al gobierno del lugar con más libertad que en etapas anteriores. Lo que sucede es que al presidente Bauzá, que gestiona todo esto desde las elecciones de 2011, le ha importado poco (hasta ahora) lo que dijeran los medios tradicionales. Cuando llegó al Govern se lo jugó todo a una carta, IB3-Televisión, y pasó bastante de la prensa escrita y de las empresas de comunicación.
A gobierno de aquí y a su equipo de asesores le importa más lo que diga un tuit que lo que pontifique un editorial. Últimamente, incluso, han recomendado a sus responsables de comunicación que midan sus palabras en la red para no provocar ninguna tormenta que no puedan controlar. Por eso, entre otras razones, 'cayó' la anterior jefa de prensa de Educación. En un país menos alocado que el nuestro, sería objeto de debate interno tener una responsable de Educación como la que nos ha tocado en suerte. Lo que ocurre es que pintamos más bien poco y el poder autonómico lo sabe. También sería motivo para la reflexión el modo en que la consellera portavoz intentó negar el pasado día 28 que el Ejecutivo no tuviera en cuenta a las mujeres en la entrega de sus distinciones autonómicas. Está como bastante asumido que el poder político te tome el pelo y que eso forme parte del espectáculo. Tele 5, Antena 3 e incluso la Sexta están llenas de programas de apariencia periodística en los que lo único que cuenta es el espectáculo.
¿Qué está pasando en Baleares? ¿Por qué unos medios que (teóricamente) ya no dependen del poder político como antaño tienen tan poca capacidad para actuar de contrapeso al poder? No sé si me explico: igual es que no pintamos nada.
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