jueves, 26 de abril de 2018

El escaparate de Inda al hilo de 'lo de Cifuentes'




(No tengo una buena consideración del modo en que Eduardo Inda entiende el periodismo.  Este texto forma parte de un proyecto más amplio que surgió de uno de los primeros escritos que incluí en esta 'cajadecosas' y que luego ha ido creciendo. Lo hago público ahora parcialmente aprovechando la dimisión de la presidenta de la comunidad de Madrid después de que el digital OKdiario difundiera un vídeo de cuando fue descubierta años atrás  llevándose dos botes de crema de un supermercado) 


 El escaparate de Inda

 La mayoría de la gente supo de Eduardo Inda (Pamplona, 1967) después de dejar la dirección de El Mundo/El Día de Baleares y regresar a la edición de Madrid tras  haber pasado por la dirección del Marca. La mayoría de la gente supo de Inda cuando simultaneó sus trabajos en El Mundo y su presencia en tertulias de la tele, sobre todo en la tertulia de aquel programa de La Sexta, el de los sábados por la noche, que vino a ser como una versión política del Sálvame de Tele 5. Dejó El Mundo, inmediatamente después de Pedro J. Ramírez, y fundó OK Diario, un digital creado a su imagen y semejanza y desde el que se dedicó a atizar a Podemos y a todo aquello que le pareció conveniente. En julio de 2017, un documental, Las cloacas de Interior (dirigido por Jaume Roures y con guión de Jaume Grau) le situó como un correveidile de los intereses de las tramas ocultas de poder. El 25 de abril del año siguiente vivió uno de sus momentos de gloria con la difusión del vídeo que forzó la dimisión de la presidenta de la comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes.

Inda se hizo con la dirección balear de El Mundo en 2002, cuando sustituyó a Luis F. Fidalgo después de un cambio de calado, que él mismo justificó en su primer artículo, que también afectó a la gerencia del periódico. Las referencias sobre Eduardo Inda no podían ser peores. Antes de desembarcar en El Mundo/El Día de Baleares, que se editaba en Palma, había dirigido la edición del periódico en Eivissa. Esa edición, no era en puridad una delegación de El Mundo de Pedro J. Es decir, que no formaba parte del proyecto fundacional del diario, quizá ni siquiera encajaba. Era un periódico montado por un sector del PP en las Pitiusas y empresarios turísticos de la Isla contrarios, de hecho, a algunos de los postulados que El Mundo decía defender en su línea editorial. Desde el principio, eso sí, fue un periódico contrario a la mayoría de izquierdas que entonces gobernaba en Baleares y especialmente anti Pilar Costa, presidenta del Consell de aquella Isla, pese a que ni al PP ni a los empresarios ibicencos que financiaron el proyecto les gustó el estilo de la nueva cabecera.
Lo que hacía el periódico –sin el apoyo, cuando no con la oposición, de la dirección de Mallorca- era trasladar el estilo “agresivo” que el diario de Pedro J. utilizó en la última etapa de Felipe González. A falta de escándalos sonados como los Gal, Ibercorp o los papeles del Cesid, hubo que recurrir a otros asuntos más de andar por casa que desconcertaron, incluso, a los patronos del proyecto y a sus valedores políticos. El propio líder del PP, el entonces coordinador del partido, Josep Juan Cardona (condenado años después a la pena más larga de cárcel por un caso de corrupción que se ha dictado nunca en Baleares) llegó a quejarse de que Inda pretendiera marcarle cómo debía ser su estrategia política y parlamentaria. El Mundo sacaba un tema y el PP debía llevarlo al Parlament. Estas cosas funcionan así. Sobre todo si se habla de información política.

Quizá se debiera a su carácter peculiar, quizá a la tupida red de intereses, a las complicidades que da el hecho de ser Islas o la cultura mediterránea. Lo que, en aquellos años, parecía bastante claro es que había  un tipo de periodismo que podía  tener éxito en Madrid y que no funcionaba  ni en Cataluña ni en Baleares. En Cataluña, el nacionalismo de Pujol supo aprovecharse bien de la forma de ser catalana y nadie, durante años y años, y hasta después de dejar la Generalitat, se atrevió a salirse del guión aceptado por todos los medios. Con la idea de romper este estilo, tan propio de Baleares, llegó Inda; primero a Eivissa y luego a Palma.

Aparentemente, la estrategia del director no iba ni con el 'espíritu balear' del momento (recién empezado el siglo XXI)  ni siquiera con el ibicenco. Titulares agresivos, grandes historias sobre noticias que no lo eran, explotación diaria de asuntos que se habían agotado (a veces desmentido) el mismo día de su publicación, afortunada elección de frases pegadizas para mantener vivos los temas, como “la web del Govern que enseña a drogarse” para referirse al patrocinio desde la Conselleria de Bienestar Social de una web sobre toxicomanías, marcaban el día a día. Ese asunto, “la web del Govern que enseña a drogarse”, se convirtió en una cruzada personal de Inda. La verdad es que, por la novedad del estilo, la gente hablaba de El Mundo e incluso se seguían las noticias. Hasta algún líder político llegó a ver útil el estilo  del diario en Eivissa, aunque no fueran precisamente los políticos del PP. “Es mi cruz” comentó el entonces ministro Jaume Matas a quien (en teoría), el periódico, debía allanarle el regreso a la presidencia del Govern en las siguientes elecciones de 2003.
Paradójicamente, el político con quien mejor relación llegó a tener Eduardo Inda fue el diputado verde Joan Buades. A ambos les unía la crítica feroz a la presidenta insular, Pilar Costa a quien el director bautizó como “la jefa”. La primera vez que Joan Buades visitó la redacción del diario en Eivissa se extrañó mucho de ver colgadas en las paredes páginas con su foto y anotaciones a mano al estilo de “muy bien, Joan”, “dales” y cosas por el estilo.
El director lo comentó un día: “A mí no me interesa ni el PP, ni el PSOE, ni ningún partido, lo que yo quiero son titulares que vendan”. Por eso daba varias vueltas de tuerca a los titulares. Los titulares (con muy buen criterio, por cierto) eran la obsesión de Inda. Lo tenía bastante claro y una vez lo explicó así: de nada te sirve tener la mejor tienda de diseño sin un buen escaparte.

No es que la teoría fuera mala.  Es que no la supo aplicar. Con la distancia, cuando se pueda analizar El Mundo de Inda (sobre todo el de Mallorca) habrá que señalar dos características que fueron las que llevaron, entre otras causas a la desmotivación (y finalmente abandono) de una parte de la, en general, muy excelente Redacción: el desprecio a los matices y la desconfianza en el producto final.
La gente de la Redacción lo debatió mucho, sobre todo en los días previos a la “fuga”. La dinámica de los periódicos es perversa. O te implicas o no te implicas y si te implicas puedes terminar por asumir todo lo que venga. El Mundo nunca llegó a publicar una mentira total. Lo que sucede es que no publicar una mentira no es sinónimo de publicar la verdad. La dinámica del trabajo en las redacciones te lleva a aceptar ese hecho. Un titular, se dice, es la interpretación de un texto pero nunca cabe en un titular todo lo que se quiere decir y el titular debe resumir. El famoso escaparate. Lo que ocurre es que, cuando en un escaparate se da el mismo valor a todos los productos, cuando no se distinguen ni se ordenan, se termina por no saber qué es lo que se quiere vender. Con el auge posterior de las redes sociales (pero eso ya excede a este capítulo) todas las noticias pasaron a tener el mismo valor.
Atendiendo sólo a los presuntos gustos del público, la calidad es imposible. En las páginas de un periódico –una perversa herencia de las televisiones- pueden aparecer correlativamente noticias como el asesinato de una mujer, la eliminación o el triunfo de un lugareño en un concurso de la televisión, la última intervención del presidente del Gobierno o los datos del paro. Eso fue lo que le pasó a El Mundo donde, además, a la hora de los análisis todo se dividía en buenos y malos. Y los malos, en general eran siempre los mismos. Sin matices.

En Agosto de 2002 –tras la salida paralela del anterior director y del gerente, que sólo se explicaría algún tiempo después- Eduardo Inda desembarcó en Palma. Antes había ocurrido algo. El periódico había editado uno de esos suplementos conmemorativos de algún aniversario. El artículo que, desde Eivissa, había escrito el futuro director, no salió tal y como lo había escrito. Inda se indignó y envío un duro correo electrónico a Fidalgo, explicando que nunca le había sucedido algo así. Sólo que aquel correo, intencionadamente o no, no lo recibió únicamente su destinatario, sino que llegó a todos los buzones del periódico.
Su primer artículo como director, firmado, el 18 de agosto en su columna semanal Los Puntos sobre las Ìes, llevaba por título 'Vientos de Cambio 'y en él avanzaba que “Seguiremos siendo, con más intensidad si cabe, el pepito grillo de la sociedad balear, el altavoz de lo que otros callan”.
Leído así (y como ocurre siempre con los textos genéricos), parecía una excelente declaración de principios pero quedaba claro que era el inicio de una etapa, más crítica que hasta entonces, con el Govern de izquierda, que se sostenía gracias a UM, y los gobiernos insulares. Aquel artículo incluía un ‘aviso para navegantes’, que se iba a exigir un reparto diferente del pastel publicitario. En un primer momento, Inda concitó incluso, el apoyo de Antoni Alemany, el primer director del diario cuando sólo se llamaba El Dia y que, en un artículo que posiblemente hoy no escribiría, llegaba a referirse a Inda como una “apuesta que me gusta”; defendía supuestas virtudes que otros no habíamos visto y auguraba que “de entrada aportará al periódico sus 34 años, es decir audacia, dinamismo y frescura”. Afirmaba que “ha despertado grandes esperanzas y expectativas”, que tendría que confirmarlas y concluía “Eduardo Inda lo tiene todo para comerse el mundo”.
Luis F.  Fidalgo, que había llegado al periódico para relevar Basilio Baltasar en abril de 1995, anunció que se tomaba un año sábatico. Terminó plenamente integrado en la sociedad balear y encargado de la imagen de la Corporación Financiera Alba, del Grupo March.
Inda llegó a la dirección en agosto y yo me marché octubre. Fue una salida pactada. Aparentemente, todo el mundo quería marcharse del El Mundo y una veintena de personas de todos los departamentos nos acogimos a un despido incentivado. Los de la ‘central’ no podían creer lo que estaba pasando. En lugar de luchar por continuar, luchábamos por marcharnos. En 2007, Inda dejó la dirección y volvió a asumirla Tomás Bordoy, que ya ocupó ese puesto cuando el periódico se llamó El Día 16.

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