Llevo tiempo
fijándome en una furgoneta que aparca
diariamente frente al bar donde mojo los periódicos en el café y que, en su puerta trasera y también en las laterales, lleva un rótulo que pone 'Prensa'. El primer día
experimente un sentimiento muy parecido al de la emoción. Presencié el momento en que se abría la puerta de atrás y
vi cómo un hombre bajaba un carro de ruedas con varias cajas. Recordé
aquellos tiempos en los que se descargaban montones de diarios en los quioscos
y en las gasolineras y, también, cuando esos montones tomaban las esquinas de algunas calles
principales por las que pasabas alguna noche de fiesta en que el amanecer te
salía al encuentro. Pero no se trataba
de eso: lo que estaban descargando de la furgoneta de reparto eran cajas con frutas y verduras para las
tiendas de la zona.
Al día siguiente,
y a la vista de que se repetía la misma operación, apuré el café más rápido de
lo habitual y crucé la calle aprovechando que las puertas de la furgoneta habían quedado
abiertas mientras el repartidor entregaba su mercancía. En su interior, más
cajas de frutas y verduras de temporada y, por el suelo, algunos periódicos.
Justo del lado de la cabina, varios diarios abiertos de cualquier manera y,
desde luego, con una fecha que no se correspondía a la del día. Cuál podía ser
la utilidad final de aquellos papeles que llevaba la furgoneta con los rótulos
de 'Prensa', no lo sé; igual era sacar lustre a las cebollas, las cerezas y
los albaricoques antes de llegar a las estanterías. Las puertas aún
me deparaban otra sorpresa. Una vez cerradas, se componía un nombre que llenaba la mayor parte de uno de los laterales y que leí, Sgel; es decir el nombre de la gran distribuidora de diarios, revistas y libros de España. Todo un símbolo de los
tiempos.
También las furgonetas y los camiones de bomberos cambian
de actividad en Farenheit 451, la novela de Ray Bradbury que describe una
sociedad en la que los bomberos ya no se dedican a sofocar incendios sino a
prender fuego a los libros y a todo lo que sea papel escrito. Una pesadilla que igual está ahora bastante lejos de la realidad. Igual, por lo
que sea, el futuro no será el de furgonetas de bomberos que quemen papel impreso, sino
el de furgonetas de periódicos que repartan alcachofas, manzanas y cerezas. Una cereza, un tuit, otra cereza, un retuit. Y así.
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