jueves, 18 de agosto de 2016

El secreto del palacio de congresos


El secreto del palacio de congresos (I) Divertimento turístico para el verano

Lee esto con atención y  adminístralo como te parezca. Soy Biel Català,  conseller  de Turismo del Gobierno de las Islas Baleares y, como todos mis antecesores,   recibí una carpeta muy especial durante las negociaciones del traspaso de poderes. Me la entregó personalmente Carlos Bizarro. Me había llamado por teléfono días atrás, antes incluso de que trascendiera que el  presidente  me iba a proponer para el cargo. “Tenemos que hablar, es importante que nos veamos antes de que me sustituyas”, me dijo. Le respondí con la primera pregunta que me vino a la cabeza: “¿Me vas a contar los motivos por los que tampoco acabasteis el Palacio de Congresos y qué habéis estado haciendo ahí todos estos años?” “Algo así”, me respondió.

Me vi con Bizarro a la mañana siguiente, cuando algunos periódicos ya daban mi nombre como posible consejero y el digital Mallorca.com, vinculado a la federación hotelera destacaba mi “buena relación con el sector hotelero y el turismo en general”. Bizarro habló sin rodeos: “Tu sabes que, desde 1983, el primer cargo del Gobierno que se decide, antes incluso que el de presidente, es el del consejero de Turismo. Todo eso tiene una explicación, que lo deciden desde muy arriba y que, quién nos elige, lo hace para que sigamos un plan.  El turismo es nuestra primera industria  y estamos aquí para administrar una información de mucho valor  y transmitirla a quienes nos sucedan mientras llegue lo que, más pronto o más tarde, tiene que ocurrir”. Y me preguntó: ‘¿Qué sabes de Valeriano Prade?

Yo nunca tuve ocasión de hablar con el capitán Valeriano Prade pero sé  lo que todo el mundo, que es un personaje de leyenda vinculado a los orígenes del turismo de masas en Baleares, que su nombre está unido todos los proyectos, que un barco de la Trasmediterránea llevó su nombre, que una sala del aeropuerto está dedicada a su obra, que el primer gobierno autónomo lanzó unas becas con su nombre y que el palacio de congresos, si es que alguna vez se inaugura,  incluirá, junto a la sala  de la cámara acorazada del sótano, una exposición permanente con un proyecto que dejó inédito.  Prade  fue el único cargo del franquismo que se mantuvo ininterrumpidamente entre 1951  cuando le nombraron delegado provincial de Turismo y  1983,  cuando  la comunidad autónoma nombró a su primer consejero. Prade tiene todas las condecoraciones  posibles y a su funeral asistieron el rey Juan Carlos  y el presidente de Gobierno Felipe González.  Lo que desconocía totalmente es que hubiera escrito unas memorias y que yo iba a ser una de las pocas personas en leerlas.

Aquí es donde empieza de verdad  esta historia, con las memorias de Valeriano Prade que me entregó Carlos Bizarro tras  una reunión extraordinaria del comité de notables del Ibatur. El  Instituto Balear de Turismo, o Ibatur  es el departamento autónomo más importante de las Islas. La suma de la edad de sus notables  supera los  260 años   y los puestos pasan de padres a hijos. Es como un Senado turístico con más poder que el propio Parlament. Todos los consejeros de turismo terminan en el  Ibatur con carácter vitalicio y ni siquiera la gran crisis de los mercados ni la irrupción de nuevos partidos después de un ciclo de elecciones permanentes en España  consiguió cambiarlo.
Las memorias de Prade se inician en el último año de la década de los cuarenta  del siglo XX, concretamente en Barcelona, cuando era delegado  del Ministerio de Gobernación en aquella ciudad. 

 Empiezan  una mañana en la que llegó más tarde de lo habitual a su despacho. Hacía rato que le esperaba alguien al que había mandado llamar para aclarar qué había de cierto en una denuncia que tenía sobre la mesa desde días atrás. Con la parsimonia habitual de aquellos tiempos, no se quiso dar por enterado en un primer momento y le hizo esperar un rato más. "Que sepa quién manda aquí", se dijo antes de hacerlo entrar. Le saludo en español pero con un acento que no distinguió claramente y que bien podría ser alemán. Era muy alto. Prade echó mano de una carpeta con el nombre del recién llegado y que contenía una serie de impresos sobre sus actividades. Al aparecer había abierto una corresponsalía o agencia de viajes sin los visados preceptivos y a espaldas del sindicato vertical de transportes.


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