El secreto del palacio de congresos (I) Divertimento turístico para el verano
Lee esto con atención y adminístralo como te parezca. Soy Biel Català,
conseller de Turismo del Gobierno de las Islas Baleares
y, como todos mis antecesores, recibí una carpeta muy especial durante las
negociaciones del traspaso de poderes. Me la entregó personalmente Carlos
Bizarro. Me había llamado por teléfono días atrás, antes incluso de que
trascendiera que el presidente me iba a proponer para el cargo. “Tenemos que
hablar, es importante que nos veamos antes de que me sustituyas”, me dijo. Le
respondí con la primera pregunta que me vino a la cabeza: “¿Me vas a contar los
motivos por los que tampoco acabasteis el Palacio de Congresos y qué habéis
estado haciendo ahí todos estos años?” “Algo así”, me respondió.
Me vi con Bizarro a la mañana
siguiente, cuando algunos periódicos ya daban mi nombre como posible consejero
y el digital Mallorca.com, vinculado a la federación hotelera destacaba mi
“buena relación con el sector hotelero y el turismo en general”. Bizarro habló
sin rodeos: “Tu sabes que, desde 1983, el primer cargo del Gobierno que se
decide, antes incluso que el de presidente, es el del consejero de Turismo.
Todo eso tiene una explicación, que lo deciden desde muy arriba y que, quién
nos elige, lo hace para que sigamos un plan. El turismo es nuestra primera industria y estamos aquí para administrar una
información de mucho valor y
transmitirla a quienes nos sucedan mientras llegue lo que, más pronto o más
tarde, tiene que ocurrir”. Y me preguntó: ‘¿Qué sabes de Valeriano Prade?
Yo nunca tuve ocasión de hablar
con el capitán Valeriano Prade pero sé lo que todo el mundo, que es un personaje de
leyenda vinculado a los orígenes del turismo de masas en Baleares, que su
nombre está unido todos los proyectos, que un barco de la Trasmediterránea
llevó su nombre, que una sala del aeropuerto está dedicada a su obra, que el
primer gobierno autónomo lanzó unas becas con su nombre y que el palacio de
congresos, si es que alguna vez se inaugura, incluirá, junto a la sala de la cámara acorazada del
sótano, una exposición permanente con un proyecto que dejó inédito. Prade fue
el único
cargo del franquismo que se mantuvo ininterrumpidamente entre 1951 cuando le nombraron delegado provincial de
Turismo y 1983, cuando
la comunidad autónoma nombró a su primer consejero. Prade tiene todas las condecoraciones posibles y a su funeral asistieron el rey Juan
Carlos y el presidente de Gobierno Felipe
González. Lo que desconocía totalmente
es que hubiera escrito unas memorias y que yo iba a ser una de las pocas
personas en leerlas.
Aquí es donde empieza de verdad esta historia, con las memorias de Valeriano
Prade que me entregó Carlos Bizarro tras una reunión extraordinaria del comité de
notables del Ibatur. El Instituto Balear
de Turismo, o Ibatur es el departamento
autónomo más importante de las Islas. La suma de la edad de sus notables supera los 260 años
y los puestos pasan de padres a hijos. Es como un Senado turístico con
más poder que el propio Parlament. Todos los consejeros de turismo terminan en
el Ibatur con carácter vitalicio y ni
siquiera la gran crisis de los mercados ni la irrupción de nuevos partidos
después de un ciclo de elecciones permanentes en España consiguió cambiarlo.
Las memorias de Prade se inician
en el último año de la década de los cuarenta del siglo XX, concretamente en Barcelona, cuando
era delegado del Ministerio de
Gobernación en aquella ciudad.
Empiezan una mañana en la que llegó más tarde de lo
habitual a su despacho. Hacía rato que le esperaba alguien al que había mandado
llamar para aclarar qué había de cierto en una denuncia que tenía sobre la mesa
desde días atrás. Con la parsimonia habitual de aquellos tiempos, no se quiso
dar por enterado en un primer momento y le hizo esperar un rato más. "Que
sepa quién manda aquí", se dijo antes de hacerlo entrar. Le saludo en
español pero con un acento que no distinguió claramente y que bien podría ser
alemán. Era muy alto. Prade echó mano de una carpeta con el nombre del recién
llegado y que contenía una serie de impresos sobre sus actividades. Al aparecer
había abierto una corresponsalía o agencia de viajes sin los visados
preceptivos y a espaldas del sindicato vertical de transportes.
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