Caballero con espada (de palabras) no le gustó nada, genio y
figura, que la novia fotógrafa del Toni televisivo pudiera trastocar la
realidad de la mujer en la que se inspiró el guión, su amiga la fotógrafa Juana
Biarnés, a la que se comprometió a apoyar hasta el final en su
litigio por deshacer cualquier entuerto entre la realidad y la ficción. Lamentó Juan (o Joan) Pla
el confusionismo que se podía crear en generaciones futuras y, en un
doble salto mortal, hasta reflexionó de ello por escrito. “Que nadie se extrañe
si los nietos de mis nietos ven y oyen por la televisión del siglo venidero que
la famosa serie Cuéntame cómo paso fue escrita por un escritor y periodista de
Felanitx que estuvo treinta años seguidos dibujando y publicando
"angelotes" en los periódicos”, dejó dicho hace años. Antes de
que un ictus (qué extraña maldición persigue al periodismo, aún hoy, la de
no llamar a un mal físico, dolencia o enfermedad por su nombre)
obligara a que, de un día para otro, sus Puput i Angelots desaparecieran
de El Mundo /El Dia de Balears, el último periódico donde firmó.
Juan Pla García, que se proclamaba de Felanitx, ya había pasado
antes por ese periódico cuando se llamaba El Dia. Fue tras un paréntesis en el
Baleares, recién concluida su segunda etapa madrileña, la de la Transición
más dura, la del ruido de sables, la Operación Galaxia y otras
conspiraciones antesala del Tejerazo que quizá llegó a avistar o intuir
desde el diario El Imparcial. Sabido es que la historia le asignó un
papel de relevancia el 23-.F. Casi todo el mundo sabe que medió con Tejero
para intentar que el guardia civil esperpéntico y golpista aceptara irse
de España en un avión. Le llamó Paco Laina, que dirigió aquella noche el
gobierno de subsecretarios que se hizo cargo del país. Lo que sabe menos gente
es quién facilitó el número del teléfono de Pla . Fue un joven fontanero
monclovita del equipo de Josep Melià, el mallorquín Tomeu Beltrán. En
1982, Pla escribió un libro hoy descatalogado en que da nombres de civiles,
sobre todo periodistas y algún que otro mallorquín, que estarían en el
ajo del golpe. "Tengo un solo patrimonio, una sola fuerza en este mundo;
la palabra. No hay más arma para un periodista que se precie que la palabra. Es
mi único poder", anotaría después.
Acierta Gaspar Sabater, Gaspi, cuando recuerda en su obituario (El Mundo 1 de julio) que, de la generación de la posguerra, Pla fue el periodista que más tiempo estuvo activo y que con él desaparece (murió el miércoles) toda una época. Prácticamente han muerto todos, incluido Lorenzo Ripoll, que le envió a Pla un sobre con un texto mio y una suerte de carta de recomendación como la que le escribió su padre a D' artagnan para que se la entregara al capitán De Treville y le ayudara a entrar en el cuerpo de los Mosqueteros del rey de Francia. Pla dirigía entonces El Imparcial que hasta hacía unas semanas (y quizá, aún entonces) había sido como El Alcazar, uno de los diarios de referencia de la ultraderecha. Si hasta se contaba que llevaban mensajes ocultos en sus páginas.
Acierta Gaspar Sabater, Gaspi, cuando recuerda en su obituario (El Mundo 1 de julio) que, de la generación de la posguerra, Pla fue el periodista que más tiempo estuvo activo y que con él desaparece (murió el miércoles) toda una época. Prácticamente han muerto todos, incluido Lorenzo Ripoll, que le envió a Pla un sobre con un texto mio y una suerte de carta de recomendación como la que le escribió su padre a D' artagnan para que se la entregara al capitán De Treville y le ayudara a entrar en el cuerpo de los Mosqueteros del rey de Francia. Pla dirigía entonces El Imparcial que hasta hacía unas semanas (y quizá, aún entonces) había sido como El Alcazar, uno de los diarios de referencia de la ultraderecha. Si hasta se contaba que llevaban mensajes ocultos en sus páginas.
Juan Pla llegó El Imparcial con la idea, o eso contó, de darle la vuelta y aguantó unos meses como director. La recomendación surtió efecto y me publicó algunos artículos que pretendían ser loas a las
libertades y que he preferido olvidar. Me lo recordó cuando me tropecé
con él en el periódico más alocado en el que he trabajado nunca: el
Baleares, concretamente durante su tránsito del Estado a la
empresa privada. Y aunque Pla, con toda la razón, me veía como un niño
que qué se habrá creído, noté en él algo que me daba confianza .Aquel
Baleares reunía en su redacción a todas las Españas posibles, desde
gentes del Movimiento que había ganado una guerra civil hasta aparentes
dirigentes del comité central del PCE y activistas de la Joven Guardia
Roja.
Toda la contraportada del Baleares, con el encabezamiento Tot Pla,
era para él. Y aprovechó las últimas líneas de su última crónica en
la última página del último Baleares que editó el 17 de mayo de 1984 la
empresa de Medios de Comunicación del Estado para teclear lo siguiente:
"Lo más gracioso --todavía me río las tripas-- es aquello que nos dijo uno
de los compradores, que había comprado el Baleares con el dinero que otro le
había dado para que no lo comprase. La jugada es genial, si es cierta".
Así y todo (y algún día contará alguien la verdad de lo que pasó) el periodista díscolo, protestón e incómodo, escribiría y dibujaría en El Dia. Allí quedan sus Puputs, dibujos políticos de trazo fino que explican la preautonomía de Baleares mientras Gabriel Cañellas asomaba la cabeza. También coincidí con él en el Baleares editado por Grupo Serra, que fue donde dio con 'las Orlas', que luego se convirtieron el libro. Miles de caras adolescentes, de las fotos que se hicieron en el colegio cuando terminaron el bachiller, rostros anónimos junto a lo más granado de la vida de Mallorca, se juntaron en 'las Orlas'. Mallorca es una Isla donde aparentemente nadie se fija en nadie, pero no es verdad. Todo el mundo está al tanto de lo que hace todo el mundo aunque se aparente disimular. Todo el personal se conoce, o presume de conocerse. Te conozco mejor que tú, es el santo y seña. Por eso, la asistencia a los funerales, y el empeño en dejarse ver, incluso en esos momentos, es la verdadera identidad , o hecho diferencial, de esta tierra. Y sólo eso explica que cuando pretendes recordar a alguien, termines hablando de tí mismo, que es lo que estoy yo haciendo. Por eso La Orla, memoria de un tiempo feliz será un título fundamental de Joan Pla. Hace, a la vez, de espejo y de ventana indiscreta. Y eso nos gusta mucho por estos lares.
El periodismo de estos días tiene poco que ver (o mucho, quién sabe, ahí
están las redes sociales y Facebook) con el de la generación de
Juan Pla. Pero sí se merece un lugar en la historia que habrá que
guardar para que no caiga en el olvido. Por eso le incluyo en esta Caja de
cosas. Y no puedo resistirme a compartir algo que me dijo Pla desde un Puput,
cuando me atreví a escribir una vez que yo, que iba de' progre``
escribí artículos para El Imparcial: "Ser progre en un diario carca
es igual que ser carca en un diario progre". Amén. O 'Idó', que fue lo que
sentenció por boca de uno de sus angelotes. No le arriendo la
ganancia al Toni, el hijo periodista de los Alcántara. Ni a Cuéntame. Juan Pla
les ganará esa guerra. Y así lo contará. Lo contará él y, naturalmente, a su manera.
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