Mañana es el día de la bola extra.
Llega una vez cada cuatro años, con los
febreros de los bisiestos. El calendario, como las ‘flippers’ de la sala de
máquinas en la que quemabas sábados y domingos de otros tiempos, te pone una
bola de más para continuar la partida. Mañana es 29 de febrero y ese es el día
ideal para llenarlo con las cosas que nunca dijiste, para terminar las
historias que dejaste a medias (o para empezarlas otra vez y probar un final diferente);
mañana es el día ideal para rescatar todo lo que te queda pendiente y
saborearlo como un vino viejo de las grandes ocasiones, de esos que abrirás
cada cuatro años y que te devolverá a lugares lejanos. Mañana es el día para
intentar lo que no pudiste hacer en su momento; aquella llamada de la que te
arrepentiste o aquella decisión que cambiaste por otra. Mañana es ese día
especial, un día de regalo; un día para tomar (si quieres) el camino contrario al que elegiste de forma
precipitada; para continuar lo que dejaste a medias en cualquier otro momento y, quizá, diste por
perdido u olvidaste. Mañana puedes
intentar ser tú y salir sin el disfraz de los otros días del año. Clic, clic, bola extra. Continúa la partida y
sabes que tendrás una oportunidad que no tuviste el año pasado, ni el otro ni
el anterior, y que tardará otros cuatro en volver. Mañana saldrás a la calle con una
oportunidad para no equivocarte; o para volverte a equivocar con toda
conciencia. Mañana es el día de la bola extra. Un día para recordar todos los
principios que has dejado escritos por ahí y buscar el modo de llevarlos hacia alguna parte. Mañana nos regalan un día que
puede cambiar todos los demás. El día de la bola extra.
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