(Este texto, al igual que otros por el estilo, forma parte de un proyecto de algo, no sé de qué , aprovecho para dejarlo por aquí )
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Año 2002. Las referencias sobre Eduardo Inda no podían ser peores. Antes de desembarcar en El Mundo/El Día de Baleares, que se editaba en Palma, había dirigido la edición del periódico en Eivissa.
La edición de Eivissa no era en puridad una delegación de El Mundo de Pedro J. Es decir, que no formaba parte, exactamente, del proyecto fundacional del diario. Era un periódico montado por un sector del PP en las Pitiusas y empresarios turísticos de la Isla contrarios, de hecho, a algunos de los postulados que El Mundo decía defender en su línea editorial. Desde el principio, eso sí, fue un periódico “antipacte” y especialmente anti Pilar Costa pese a que ni al PP ni a los empresarios ibicencos que financiaron el proyecto les gustó el estilo de la nueva cabecera.
Lo que hacía el periódico –sin el apoyo, cuando no con la oposición, de la dirección de Mallorca- era trasladar el estilo “agresivo” que el diario de Pedro J. utilizó en la última etapa de Felipe González. A falta de escándalos sonados como los Gal, Ibercorp o los papeles del Cesid, hubo que recurrir a otros asuntos más de andar por casa que desconcertaron, incluso, a los patronos del proyecto y a sus valedores políticos. El propio líder del PP, el entonces coordinador del partido, Josep Juan Cardona llegó a quejarse de que Inda pretendiera marcarle como debía ser su estrategia política y parlamentaria. El Mundo sacaba un tema y el PP debía llevarlo al Parlament. Estas cosas funcionan así. Sobre todo si se habla de información política.
Quizá se debiera a su carácter peculiar, quizá a la tupida red de intereses, a las complicidades que da el hecho de ser Islas o la cultura mediterránea. Lo que, en aquellos años, parecía bastante claro es que había un tipo de periodismo que podía tener éxito en Madrid y que no funcionaba ni en Cataluña ni en Baleares. En Cataluña, el nacionalismo de Pujol supo aprovecharse bien de la forma de ser catalana y nadie, durante años y años, se atrevió a salirse del guión aceptado por todos los medios. Con la idea de romper este estilo, tan propio de Baleares, llegó Inda; primero a Eivissa y luego a Palma.
Aparentemente, la estrategia del director no iba ni con el 'espíritu balear' del momento (recién empezado el siglo XXI) ni siquiera con el ibicenco. Titulares agresivos, grandes historias sobre noticias que no lo eran, explotación diaria de asuntos que se habían agotado (a veces desmentido) el mismo día de su publicación, afortunada elección de frases pegadizas para mantener vivos los temas, como “la web del Govern que enseña a drogarse” para referirse al patrocinio desde la Conselleria de Bienestar Social de una web sobre toxicomanías, marcaban el día a día. Ese asunto, “la web del Govern que enseña a drogarse”, se convirtió en una cruzada personal de Inda. La verdad es que, por la novedad del estilo, la gente hablaba de El Mundo e incluso se seguían las noticias. Hasta algún líder político llegó a ver útil el estilo del diario en Eivissa, aunque no fueran precisamente los políticos del PP. “Es mi cruz” comentó el entonces ministro Jaume Matas a quien (en teoría), el periódico, debía allanarle el regreso a la presidencia del Govern en las elecciones de 2003.
Paradójicamente, el político con quien mejor relación llegó a tener Eduardo Inda fue el diputado verde Joan Buades. A ambos les unía la crítica feroz a la presidenta insular, Pilar Costa a quien el director bautizó como “la jefa”. La primera vez que Joan Buades visitó la redacción del diario en Eivissa se extrañó mucho de ver colgadas en las paredes páginas con su foto y anotaciones a mano al estilo de “muy bien, Joan”, “dales” y cosas por el estilo.
El director lo comentó un día: “A mí no me interesa ni el PP, ni el PSOE, ni ningún partido, lo que yo quiero son titulares que vendan”. Por eso daba varias vueltas de tuerca a los titulares. Los titulares (con muy buen criterio, por cierto) eran la obsesión de Inda. Lo tenía bastante claro y una vez lo explicó así: de nada te sirve tener la mejor tienda de diseño sin un buen escaparte.
No es que la teoría fuera mala. Es que no la supo aplicar. Con la distancia, cuando se pueda analizar El Mundo de Inda (sobre todo el de Mallorca) habrá que señalar dos características que fueron las que llevaron, entre otras causas a la desmotivación (y finalmente abandono) de una parte de la, en general, muy excelente Redacción: el desprecio a los matices y la desconfianza en el producto final.
La gente de la Redacción lo debatió mucho, sobre todo en los días previos a la “fuga”. La dinámica de los periódicos es perversa. O te implicas o no te implicas y si te implicas puedes terminar por asumir todo lo que venga. El Mundo nunca llegó a publicar una mentira total. Lo que sucede es que no publicar una mentira no es sinónimo de publicar la verdad. La dinámica del trabajo en las redacciones te lleva a aceptar ese hecho. Un titular, se dice, es la interpretación de un texto pero nunca cabe en un titular todo lo que se quiere decir y el titular debe resumir. El famoso escaparate.
Cuando en un escaparate se da el mismo valor a todos los productos, cuando no se distinguen ni se ordenan, se termina por no saber qué es lo que se quiere vender. Atendiendo sólo a los presuntos gustos del público, la calidad es imposible. En las páginas de un periódico –una perversa herencia de las televisiones- pueden aparecer correlativamente noticias como el asesinato de una mujer, la eliminación o el triunfo de un lugareño en un concurso de la televisión, la última intervención del presidente del Gobierno o los datos del paro. Eso fue lo que le pasó a El Mundo donde, además, a la hora de los análisis todo se dividía en buenos y malos. Y los malos, en general eran siempre los mismos. Sin matices.
En Agosto de 2002 –tras la salida paralela del anterior director y del gerente, que sólo se explicaría algún tiempo después- Eduardo Inda desembarcó en Palma. Su primer artículo firmado, el 18 de ese mes, en su columna semanal Los Puntos sobre las Ìes, llevaba por título 'Vientos de Cambio 'y en él avanzaba que “Seguiremos siendo, con más intensidad si cabe, el pepito grillo de la sociedad balear, el altavoz de lo que otros callan”.
Leído así (y como ocurre siempre con los textos genéricos), una excelente declaración de principios. Sin embargo, había algo más.
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