miércoles, 16 de septiembre de 2020

Y Rock and Press ascendió a los infiernos. La evocación de Carlos Garrido

Carlos Garrido contó y cantó la otra noche en Es Gremi que fue un Rock and Press. Bueno, aún lo es. Igual que lo son Miquel Massuti, Juan Frau, Mané Capilla, Garlos Grauches y, cómo no, Gabi Rodas, a quién Garrido sitúa como figura clave y fundamental para entender su ascenso a los infiernos. El suyo y el de quienes ya sólo aspiramos a quemarnos allá.

Garrido nos transportó la otra noche, recordó sus inicios que no hemos olvidado (aquella fiesta del SPIB) y nos recordó esos años (formalmente entre 2005 y 2011) que nos hicieron sentir Dios y nos cambiaron de arriba abajo. Eran, fundamentalmente, periodistas (empezaron a ensayar en el club del Diario de Mallorca, contó)  y nos pusieron ante nuestro espejo. Sumisión, cómo amo mi profesión, cantaban y acertaban. Sí, y también hicieron que perdiéramos nuestras vergüenzas si es que las habíamos tenido alguna vez.  La otra noche, en Es Gremí, Garrido recordó sus noches pero evocó otras que compartimos. Además de rockero y periodista, sabe contar su vida y le añade magia. Lo hizo en su libro La estrella fenicia y ahora confiesa que está especialmente orgulloso de haber sido un Rock and Press. Lo repitió varias veces y, además, aseguró que es lo mejor que le había sucedido como periodista. Que si para algo le había servido esa profesión que pone de vuelta y media con más razón que un santo era para subirse al escenario de  Rock and Press. No es para menos tamaña gesta. Sobre todo, viviendo como vivía entonces en una ciudad perfecta que gobierna una alcaldesa que es cronista del Mallorca y se viste de pagesa.

Eso sí, y por seguir con lo de la otra noche: si alguien nos hubiera contado hace años que para evocar al grupo que nos hizo suyo (no es tercera persona ni falso plural mayestático; es plural, sí, pero nada falso porque es colectivo, mágico y majestuoso) íbamos a tener que lavarnos la manos al entrar, enseñar algo que nos identificara, ocupar mesas separadas repartidas sobre un espacio que no puede ser otra cosa que pista de baile, taparnos boca y nariz con mascarilla, no tomarse una o ciento una birras  ni tampoco grita ro  apartar la silla y que los pies te llevaran a bailar, habríamos deducido que Gabi Rodas se había tomado algo. O que, entre todos, nos estaban poniendo a prueba por ver hasta dónde llegábamos.  Hasta el infierno, claro. Si es por y con Rock and Press. R&P, quémame.




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