(No tengo una buena consideración del modo en que Eduardo Inda entiende el periodismo. Este texto forma parte de un proyecto más amplio que surgió de uno de los primeros escritos que incluí en esta 'cajadecosas' y que luego ha ido creciendo. Lo hago público ahora parcialmente aprovechando la dimisión de la presidenta de la comunidad de Madrid después de que el digital OKdiario difundiera un vídeo de cuando fue descubierta años atrás llevándose dos botes de crema de un supermercado)
El escaparate de Inda
La
mayoría de la gente supo de Eduardo Inda (Pamplona, 1967) después
de dejar la dirección de El Mundo/El Día de Baleares y regresar a
la edición de Madrid tras haber pasado por la dirección del
Marca. La mayoría de la gente supo de Inda cuando simultaneó sus
trabajos en El Mundo y su presencia en tertulias de la tele, sobre
todo en la tertulia de aquel programa de La Sexta, el de los sábados por la
noche, que vino a ser como una versión política del Sálvame de
Tele 5. Dejó El Mundo, inmediatamente después de Pedro J. Ramírez,
y fundó OK Diario, un digital creado a su imagen y semejanza y desde
el que se dedicó a atizar a Podemos y a todo aquello que le pareció
conveniente. En julio de 2017, un documental, Las cloacas de Interior
(dirigido por Jaume Roures y con guión de Jaume Grau) le situó
como un correveidile de los intereses de las tramas ocultas de poder.
El 25 de abril del año siguiente vivió uno de sus momentos de
gloria con la difusión del vídeo que forzó la dimisión de la
presidenta de la comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes.
Inda
se hizo con la dirección balear de El Mundo en 2002, cuando
sustituyó a Luis F. Fidalgo después de un cambio de calado, que él
mismo justificó en su primer artículo, que también afectó a la
gerencia del periódico. Las
referencias sobre Eduardo Inda no podían ser peores. Antes de
desembarcar en El Mundo/El Día de Baleares, que se editaba en Palma,
había dirigido la edición del periódico en Eivissa. Esa edición,
no era en puridad una delegación de El Mundo de Pedro J. Es decir,
que no formaba parte del proyecto fundacional del diario, quizá ni
siquiera encajaba. Era un periódico montado por un sector del PP en
las Pitiusas y empresarios turísticos de la Isla contrarios, de
hecho, a algunos de los postulados que El Mundo decía defender en su
línea editorial. Desde el principio, eso sí, fue un periódico
contrario a la mayoría de izquierdas que entonces gobernaba en
Baleares y especialmente anti Pilar Costa, presidenta del Consell
de aquella Isla, pese a que ni al PP ni a los empresarios ibicencos
que financiaron el proyecto les gustó el estilo de la nueva
cabecera.
Lo
que hacía el periódico –sin el apoyo, cuando no con la oposición,
de la dirección de Mallorca- era trasladar el estilo “agresivo”
que el diario de Pedro J. utilizó en la última etapa de Felipe
González. A falta de escándalos sonados como los Gal, Ibercorp o
los papeles del Cesid, hubo que recurrir a otros asuntos más de
andar por casa que desconcertaron, incluso, a los patronos del
proyecto y a sus valedores políticos. El propio líder del PP, el
entonces coordinador del partido, Josep Juan Cardona (condenado años
después a la pena más larga de cárcel por un caso de corrupción
que se ha dictado nunca en Baleares) llegó a quejarse de que Inda
pretendiera marcarle cómo debía ser su estrategia política y
parlamentaria. El Mundo sacaba un tema y el PP debía llevarlo al
Parlament. Estas cosas funcionan así. Sobre todo si se habla de
información política.
Quizá
se debiera a su carácter peculiar, quizá a la tupida red de
intereses, a las complicidades que da el hecho de ser Islas o la
cultura mediterránea. Lo que, en aquellos años, parecía bastante
claro es que había un tipo de periodismo que podía tener
éxito en Madrid y que no funcionaba ni en Cataluña ni en
Baleares. En Cataluña, el nacionalismo de Pujol supo aprovecharse
bien de la forma de ser catalana y nadie, durante años y años, y
hasta después de dejar la Generalitat, se atrevió a salirse del
guión aceptado por todos los medios. Con la idea de romper este
estilo, tan propio de Baleares, llegó Inda; primero a Eivissa y
luego a Palma.
Aparentemente,
la estrategia del director no iba ni con el 'espíritu balear' del
momento (recién empezado el siglo XXI) ni siquiera con el
ibicenco. Titulares agresivos, grandes historias sobre noticias que
no lo eran, explotación diaria de asuntos que se habían agotado (a
veces desmentido) el mismo día de su publicación, afortunada
elección de frases pegadizas para mantener vivos los temas, como “la
web del Govern que enseña a drogarse” para referirse al patrocinio
desde la Conselleria de Bienestar Social de una web sobre
toxicomanías, marcaban el día a día. Ese asunto, “la web del
Govern que enseña a drogarse”, se convirtió en una cruzada
personal de Inda. La verdad es que, por la novedad del estilo, la
gente hablaba de El Mundo e incluso se seguían las noticias. Hasta
algún líder político llegó a ver útil el estilo del diario
en Eivissa, aunque no fueran precisamente los políticos del PP. “Es
mi cruz” comentó el entonces ministro Jaume Matas a quien (en
teoría), el periódico, debía allanarle el regreso a la presidencia
del Govern en las siguientes elecciones de 2003.
Paradójicamente,
el político con quien mejor relación llegó a tener Eduardo Inda
fue el diputado verde Joan Buades. A ambos les unía la crítica
feroz a la presidenta insular, Pilar Costa a quien el director
bautizó como “la jefa”. La primera vez que Joan Buades visitó
la redacción del diario en Eivissa se extrañó mucho de ver
colgadas en las paredes páginas con su foto y anotaciones a mano al
estilo de “muy bien, Joan”, “dales” y cosas por el estilo.
El
director lo comentó un día: “A mí no me interesa ni el PP, ni el
PSOE, ni ningún partido, lo que yo quiero son titulares que vendan”.
Por eso daba varias vueltas de tuerca a los titulares. Los titulares
(con muy buen criterio, por cierto) eran la obsesión de Inda. Lo
tenía bastante claro y una vez lo explicó así: de nada te sirve
tener la mejor tienda de diseño sin un buen escaparte.
No
es que la teoría fuera mala. Es que no la supo aplicar. Con la
distancia, cuando se pueda analizar El Mundo de Inda (sobre todo el
de Mallorca) habrá que señalar dos características que fueron las
que llevaron, entre otras causas a la desmotivación (y finalmente
abandono) de una parte de la, en general, muy excelente Redacción:
el desprecio a los matices y la desconfianza en el producto final.
La
gente de la Redacción lo debatió mucho, sobre todo en los días
previos a la “fuga”. La dinámica de los periódicos es perversa.
O te implicas o no te implicas y si te implicas puedes terminar por
asumir todo lo que venga. El Mundo nunca llegó a publicar una
mentira total. Lo que sucede es que no publicar una mentira no es
sinónimo de publicar la verdad. La dinámica del trabajo en las
redacciones te lleva a aceptar ese hecho. Un titular, se dice, es la
interpretación de un texto pero nunca cabe en un titular todo lo que
se quiere decir y el titular debe resumir. El famoso escaparate. Lo
que ocurre es que, cuando en un escaparate se da el mismo valor a
todos los productos, cuando no se distinguen ni se ordenan, se
termina por no saber qué es lo que se quiere vender. Con el auge
posterior de las redes sociales (pero eso ya excede a este capítulo)
todas las noticias pasaron a tener el mismo valor.
Atendiendo
sólo a los presuntos gustos del público, la calidad es imposible.
En las páginas de un periódico –una perversa herencia de las
televisiones- pueden aparecer correlativamente noticias como el
asesinato de una mujer, la eliminación o el triunfo de un lugareño
en un concurso de la televisión, la última intervención del
presidente del Gobierno o los datos del paro. Eso fue lo que le pasó
a El Mundo donde, además, a la hora de los análisis todo se dividía
en buenos y malos. Y los malos, en general eran siempre los mismos.
Sin matices.
En
Agosto de 2002 –tras la salida paralela del anterior director y del
gerente, que sólo se explicaría algún tiempo después- Eduardo
Inda desembarcó en Palma. Antes había ocurrido algo. El periódico
había editado uno de esos suplementos conmemorativos de algún
aniversario. El artículo que, desde Eivissa, había escrito el
futuro director, no salió tal y como lo había escrito. Inda se
indignó y envío un duro correo electrónico a Fidalgo, explicando
que nunca le había sucedido algo así. Sólo que aquel correo,
intencionadamente o no, no lo recibió únicamente su destinatario,
sino que llegó a todos los buzones del periódico.
Su
primer artículo como director, firmado, el 18 de agosto en su
columna semanal Los Puntos sobre las Ìes, llevaba por título
'Vientos de Cambio 'y en él avanzaba que “Seguiremos siendo, con
más intensidad si cabe, el pepito grillo de la sociedad balear, el
altavoz de lo que otros callan”.
Leído
así (y como ocurre siempre con los textos genéricos), parecía una
excelente declaración de principios pero quedaba claro que era el
inicio de una etapa, más crítica que hasta entonces, con el Govern
de izquierda, que se sostenía gracias a UM, y los gobiernos
insulares. Aquel artículo incluía un ‘aviso para navegantes’,
que se iba a exigir un reparto diferente del pastel publicitario. En
un primer momento, Inda concitó incluso, el apoyo de Antoni Alemany,
el primer director del diario cuando sólo se llamaba El Dia y que,
en un artículo que posiblemente hoy no escribiría, llegaba
a referirse a Inda como una “apuesta que me gusta”; defendía
supuestas virtudes que otros no habíamos visto y auguraba que “de
entrada aportará al periódico sus 34 años, es decir audacia,
dinamismo y frescura”. Afirmaba que “ha despertado grandes
esperanzas y expectativas”, que tendría que confirmarlas y
concluía “Eduardo Inda lo tiene todo para comerse el mundo”.
Luis
F. Fidalgo, que había llegado al periódico para relevar Basilio
Baltasar en abril de 1995, anunció que se tomaba un año sábatico.
Terminó plenamente integrado en la sociedad balear y encargado de la
imagen de la Corporación Financiera Alba, del Grupo March.
Inda
llegó a la dirección en agosto y yo me marché octubre. Fue una
salida pactada. Aparentemente, todo el mundo quería marcharse del El
Mundo y una veintena de personas de todos los departamentos nos
acogimos a un despido incentivado. Los de la ‘central’ no podían
creer lo que estaba pasando. En lugar de luchar por continuar,
luchábamos por marcharnos. En 2007, Inda dejó la dirección y
volvió a asumirla Tomás Bordoy, que ya ocupó ese puesto cuando el
periódico se llamó El Día 16.