Este año se
cumplen 125 de la Última Hora y creo que ya no puedo seguir aplazando más el
momento de hacerle un hueco en esta ‘cajadecosas’ que, alguna vez, tendrá que salir de este blog.
Cada año por estas fechas le doy vueltas a la idea de ordenar estos escritos
para que tengan vida propia fuera de aquí. También éste, en que se cumplen 125
de la publicación del primer número del periódico. Si no le dedico un texto,
aunque sea breve y a modo de declaración
de intenciones, no podré seguir adelante con otras historias.
La Última
Hora cumple 125 años y, por eso, 2018
está siendo un año de conmemoraciones.
Reproducciones de algunas portadas, desde la primera del 1 de mayo de 1893 a otras más recientes, salieron a las calles
de Palma y para final de año se anuncia una exposición. Casi toda la primera
página de aquel primer número lo
ocupa un texto titulado ‘A
nuestros lectores’, va firmado por ‘La Redacción’ y termina con unas palabras
de las que he decidido apropiarme y convertirlas en santo y seña: “Si ponemos
algo de nuestra parte, aunque no sea más que la pequeñez de lo poquísimo que
valemos, ya será lo bastante para quedar recompensados nuestros afanes y
vigilias”.
El director actual de Ultima Hora, Miquel
Serra, se refirió a ese texto -en el suplemento
conmemorativo que se distribuyó el 1 de
mayo de 2018- como “el artículo
editorial más humilde que jamás se habrá publicado en el alumbramiento de un
diario”. Y precisaba que, aunque
firmado por ‘La Redacción’, lo había escrito de su puño y letra el fundador y
primer director, José Tous Ferrer.
El día 11 de enero, que fue cuando se celebró
la gala inaugural de este año de conmemoraciones, hubo un concierto en el
Teatre Principal y el programa de mano fue, precisamente, un pliego con la
reproducción facsímil del primer número del diario. Nekane me guardo uno y me
lo dio al día siguiente. Sabe cómo me gustan los papeles impresos y, también, sabe de esta ‘cajadecosas’ y de
mi empeño por ir llenándola con historias sobre periodismo y periódicos. Al hilo del aniversario y después de haber visto la película
conmemorativa del nacimiento del periódico, ya no puedo seguir aplazando más la
idea de escribir de Ultima Hora (que ya ha perdido el ‘la’ con el que nació
pero casi todo el mundo sigue diciendo ‘la Última Hora’) aunque sea sólo con alguna
pincelada que más adelante tendré que completar. Es que yo trabajo en Ultima
Hora, me había olvidado de anotarlo y, por eso, me cuesta un poco más
observarla desde la distancia que he
puesto de por medio al encarar otras
historias. Supongo que este 125
aniversario, que coincide con los lamentos sobre la muerte del modo en que
entendimos el periodismo y sobre el fin del papel, con la locura de las redes
sociales, con la necesidad de revisar (y darle la vuelta) al modo en que los
medios han tratado a las mujeres y con la desmovilización vergonzante de la
profesión a la hora de reivindicar sus derechos laborales, puede dar pie a intentarlo.
Empecé como redactor de Ultima Hora en 2003
pero conocía el diario desde antes.
Tanto como lector (el primer ejemplar
que tengo constancia de haber comprado fue el de la segunda edición del
20 de noviembre de 1975 y que llevaba como titular principal ‘Arias lloró’, aludiendo al
discurso que el presidente del Gobierno de entonces había pronunciado aquella
mañana por televisión para comunicar la muerte de Franco) como más adelante, en
1984 , de visitante ocasional del sótano
del Paseo Mallorca del que salieron los
primeros números del diario Baleares después de que Pedro Serra y otros empresarios se hicieran
con la cabecera que antes editaba el Estado. Fue otro periodista, Jaime Jiménez, quien me acompañó a su despacho y le dijo que
yo escribía buenos artículos de opinión.
Pedro Serra, tras la mesa (y previsiblemente fumando un puro, pero no sé si eso
fue exactamente así o lo he recreado con el tiempo) abrió uno de los cajones y
me dijo “ves, todo esto, son artículos
de opinión, me sobran, lo que yo quiero son noticias”. Y me encargó que fuera
con Pedro Prieto, reportero a quien yo
tenía por experto en misses y cotilleos, al puerto ya que había que informar de
la llegada de un barco. El primer paso
era hablar con los prácticos del
puerto. No tenía ni idea de qué era un práctico. Fue lo primero que aprendí tras aquel encargo
en Ultima Hora (aunque yo trabajaba para
el nuevo Baleares); que existían unos tipos llamados prácticos
que, al parecer, jugaban un papel
fundamental para la entrada y salida de los barcos.
A Última Hora
me incorporé formalmente en abril de
2003, cuando su redacción ya estaba al
otro lado del Paseo Mallorca, en el edificio que había ocupado el Baleares. A finales del año anterior había
dejado El Mundo huyendo de Eduardo Inda
gracias a una oferta de baja incentivada
y andaba dándole vueltas a una biografía, que dejé a medias, sobre un pionero del turismo de origen
belga con una historia tan interesante
que daba para una novela. Creo que Joan Buades,
autor de Crui. Els portadors de la torxa (Edicions Aïllades, Eivissa, 2016 en su primera edición) tuvo que
conocerle y hablar más de una vez con él para tejer su historia sobre nazis y turistas.
No estaba
todavía yo en Ultima Hora la tarde del 17 de julio de 1995 que fue cuando debió
decidirse una ‘primera’ que me persigue desde que la vi publicada al
día siguiente, y a la que ya he aludido en otras ocasiones, que llevaba este
titular: “Al fin, Cañellas se va”. Lo sorprendente de aquel titular, con una
coma impresa que nadie respetó al leer, no era tanto que el presidente del
Govern hubiera renunciado a su cargo como las palabras mágicas que el diario
utilizaba para enmarcar la noticia del día, del año y de la década: ‘Al fin’.
Los titulares nunca son inocentes ni gratuitos, sobre todo los que aluden a
grandes historias, y la marcha de Cañellas lo era. Aquel ‘Al fin Cañellas se
va’ (ignoremos la coma que podría dar a entender que tras varios días de duda,
el presidente había decidido irse) era
el reconocimiento oficial del final de
una época. Hacía tiempo que todos los poderes de las Islas (y no sólo ese que
se dio en llamar ‘cuarto poder’) esperaban gritar ‘Al fin’. Y Última Hora lo
gritó.
No hay duda que Ultima Hora es muy peculiar.
En el fondo, y en la forma. Por ejemplo, y por recordar algo
que me viene ahora a la cabeza y que me llamó mucho la atención desde el
primer momento, por las cosas que sucedían en la Redacción. Según a qué horas,
yo recuerdo las de la tarde, llegaban
visitas que rompían con la
cotidianidad habitual. A veces eran las
‘vermadoras’ de Binissalem, que incluso venían con el alcalde; otras
veces, una tuna (que cantaba) y, otras, las ‘misses’, que luego se paseaban por la Redacción. (...)
No sé si Última Hora debe de ser el único periódico de España que todavía informa de ‘misses’ (...) pero sí que cuando apostó por ser un diario
popular a imitación de los tabloides británicos fue una de sus señas de
identidad. De aquel cambio se recoge
bastante en la película del 125
aniversario, igual que del impacto que tuvo la portada con el titular ‘Todo
sube’ (1 de agosto de 1974), aludiendo al incremento del precio del pan, del
café y los transportes, y que marcó el inicio de la nueva etapa. Manolo Cámara,
comunista y sindicalista, me contó una
vez la historia de otra portada con un titular a toda plana: “¿Dónde está
Manolo Cámara?”. Eran los primeros años de la Transición, le habían detenido y
nadie sabía de él. Me explicó que su
familia y compañeros se movilizaron y que Última Hora se imprimió con
esa pregunta en portada. Y que le
dejaron en libertad esa misma mañana.
(Y vale por hoy. El mundo, tu día a día, tu vida y tu trabajo
te lleva a hacerte preguntas y a señalar contradicciones. Cuando puedes parar, pongamos que en unos días
de un caluroso verano, te das cuenta. Trabajar en un periódico te obliga a una
revisión constante de todo. También del oficio de periodista. Es lo que intento
en esta ‘cajadecosas’)