La Farmacia
March Noguera, en el número 186 de la
calle Joan Miró de Palma, ha cambiado de titularidad en julio de 2017. Su hasta
ahora propietario, el ex dirigente socialista balear Joan Mach Noguera (Palma,
1949), figura clave, no sólo para entender la política isleña, sino también las
relaciones de ésta con el mundo de la empresa y de los medios de comunicación,
ha optado por jubilarse y cerrar una etapa muy movida de la historia, repleta de episodios que hoy
pueden ser ya vistos con cierta perspectiva.
Sobrino nieto
del banquero que financió el vuelo del Dragon Rapide que llevó a Franco de Canarias a Marruecos para encabezar el golpe contra el Gobierno
republicano (julio de 1936), Joan March Noguera es un personaje peculiar,
que rompió con la familia, que vivió su
etapa universitaria en Pamplona y que llegó al PSOE de la mano del Partido
Socialista Popular (PSP) de Enrique Tierno Galván, que le retrata en su libro
de memorias Cabos sueltos (Cinco Estrellas, Bruguera, Barcelona, 1981).
Aunque es sabido que el ‘Viejo profesor’ (VP)
se inventó buena parte de su biografía y que Cesar Alonso de los Ríos, aportó
pruebas fehacientes en La verdad sobre Tierno Galván (Anaya, 1997), Tierno acierta plenamente con la
descripción del joven March. Aludiendo a
la oportunidad de seguir adelante con un mitin en la plaza de toros de
Vistalegre, el VP escribe lo siguiente: “Uno de nuestros compañeros, de
inaudita energía, capacidad de trabajo infatigable y gran agilidad mental
detrás de su apariencia tranquila y casi torpe, Juan March, fue quien insistió
en hacerlo”.
Esa imagen,
próxima al torpe aliño indumentario machadiano, es la que también paseaba en
los años ochenta y noventa, cuando estuvo al frente del socialismo balear, se
granjeó enemigos (entre otros, el alcalde de Palma Ramon Aguiló) y estuvo en la
cocina de historias que todavía tienen descosidos: el intento de lanzar un periódico de partido, la compra del diario Baleares, la disposición de la Banca March a forzar la caída de Ramon
Aguiló por oponerse a la construcción de un hipermercado que auspiciaba, o la
enorme deuda del partido que, por el episodio de unas letras endosadas (.................) casi provocan el embargo de la sede central
del PSOE en la calle Feraz de Madrid. Este último asunto fue el que llevó a
la intervención de las cuentas del partido en las Islas por parte de la
ejecutiva federal y el que forzó su caída como secretario general en 1994.
Aquellos eran
tiempos con menos urgencias
informativas, no existía el periodismo digital, ni los tuits ni nada semejante
y March esperaba de madrugada la salida de los diarios. Compraba todos y se
los llevaba bajo el brazo de camino, o de regreso, de la farmacia. Una farmacia,
entonces con una rebotica y unas escaleras que llevaban a un despacho en el
piso superior, en la que March hilvanó documentos que hoy suscribiría Podemos, y
que fue cuartel general de una estrategia que marcó el futuro del partido. Allí
se hablaba de política, pero no solo. También de cómo abordar la relación con
los medios de comunicación y de las relaciones de poder.
Le recuerdo,
con pizza y cocacola, la noche que me contó que había que hacer algo con Aguiló
que, en su opinión, se negaba 'a ser ayudado'.
En mayo de 1989, Ramón Aguiló, que aquel mandato se había estrenado como
alcalde en minoría, decidió destituir a dos concejales, Esteban Siquier y
Santiago Coll (que habían roto con UM para darle apoyo y
formaban parte del equipo de gobierno) después de ambos apoyaran una
recalificación para dar salida al Pryca que se quería construir en Son Gotleu. Estaba yo en El Dia, que entonces llevaba unida a su cabecera el número 16, y
esa noche aprendí mucho de las relaciones entre la política, la empresa y los
medios. Recuerdo con nitidez el momento en que me preguntó hasta
qué punto creía que los periódicos de aquí, y concretamente en el que trabajaba, se iban a hacer eco de una
campaña de ‘denuncia’ del PSIB contra la Banca March. Rio ahora sólo de pensar que el líder socialista
(formalmente era vicesecretario general pero mandaba mucho) pudiera pensar que
yo, con veintitantos años, tuviera algo que decir sobre las
decisiones que tomaba un periódico.
Pero la
campaña que lanzó el PSIB no aludió a la
Banca March, sino a ‘Sa Banca’, así con mayúscula. Cómo me llama la atención esto de las marcas y que, todavía hoy y aquí, aún estemos polemizando sobre si hay que seguir llamando
Sa Nostra a lo que dentro de nada será Bankia . O que asumiéramos que el banco
del los March tenía que ser ‘Sa Banca’.
Joan March Noguera, con Aguiló pendiente de un hilo, dio el visto bueno
a una campaña de pasquines que iban a repartirse por las calles de la ciudad: ‘El
PSOE diu no a un hiper per imposició de Sa Banca’.
En aquella
época, Pryca, que acariciaba la idea del hipermercado, estaba participado por
la Corporación Financiera Alba, el
holding inversor de la Banca March. El
Diario de Mallorca era entonces propiedad de los March y la Baleares SA que detalló el hoy director de IB3, Andreu Manresa, en pleno apogeo.
Hay un libro
que ayuda a reconstruir aquellos años y la crisis del hipermercado, el que publicó en 1996 la periodista
Gina Garcías partiendo de largas
conversaciones con el exalcalde de
Palma. Se llama ‘Ramon Aguiló, memòria sentimental del canvi’ (Lleonard
Muntaner Editor, Palma, 1966). Recuerda
Aguiló cómo, coincidiendo con el nacimiento de su segundo hijo, hubo un cambio
en la dirección del Diario de Mallorca y
las tensiones emergieron cuando, en 1985, se puso sobre la mesa el proyecto
para construir aquel centro comercial en Son Gotleu cuando El Corte Inglés también asomaba la cabeza. El PSOE gobernaba Palma entonces con mayoría
absoluta. El proyecto se retiró el día que tenía que aprobarse. Su siguiente
mandato, lo inició en minoría y , a partir de ahí, se inició una
guerra de intereses. Consultar los periódicos de la época no es suficiente para hacerse una idea de lo que estaba pasando. El relato no quedará completo hasta que se fusionen todas
las versiones, también la de Aguiló y la de Joan March. Pero, igualmente, las de otros
protagonistas de aquellos tiempos, y que se supone que escribirán algún día memorias que puedan arrojar luz sobre esas y otras historias.
Hay nombres relevantes e historias que, desde la distancia, parecen
increíbles, como el intento de montar un periódico (de papel, claro) y que alcanzan a intrigas de novela sueca. Si todo esto fuera una novela, seguramente aparececería en ella una farmacia de guardia y un farmacéutico que compraba diarios en la madrugada. Pero todo eso, tendrá que quedar para otro día.