sábado, 4 de agosto de 2018

Un apunte sobre Última Hora


Este año se cumplen 125 de la Última Hora y creo que ya no puedo seguir aplazando más el momento de hacerle un hueco en esta ‘cajadecosas’ que,  alguna vez, tendrá que salir de este blog. Cada año por estas fechas le doy vueltas a la idea de ordenar estos escritos para que tengan vida propia fuera de aquí. También éste, en que se cumplen 125 de la publicación del  primer número del periódico. Si no le dedico un texto, aunque sea breve y a modo de  declaración de intenciones, no podré seguir adelante con otras historias.
La Última Hora cumple 125 años y, por eso, 2018  está siendo un año de conmemoraciones.  Reproducciones de algunas portadas, desde la primera  del 1 de mayo de 1893  a otras más recientes, salieron a las calles de Palma y para final de año se anuncia una exposición. Casi toda la primera página de aquel  primer número  lo  ocupa un texto titulado  ‘A nuestros lectores’, va firmado por ‘La Redacción’ y termina con unas palabras de las que he decidido apropiarme y convertirlas en santo y seña: “Si ponemos algo de nuestra parte, aunque no sea más que la pequeñez de lo poquísimo que valemos, ya será lo bastante para quedar recompensados nuestros afanes y vigilias”.
  El director actual de Ultima Hora, Miquel Serra, se refirió  a ese texto -en el suplemento conmemorativo que se distribuyó el  1 de mayo de 2018-  como “el artículo editorial más humilde que jamás se habrá publicado en el alumbramiento de un diario”. Y precisaba   que, aunque firmado por ‘La Redacción’, lo había escrito de su puño y letra el fundador y primer director, José Tous  Ferrer.
  El día 11 de enero, que fue cuando se celebró la gala inaugural de este año de conmemoraciones, hubo un concierto en el Teatre Principal y el programa de mano fue, precisamente, un pliego con la reproducción facsímil del primer número del diario. Nekane me guardo uno y me lo dio al día siguiente. Sabe cómo me gustan los papeles impresos  y, también, sabe de esta ‘cajadecosas’ y de mi empeño por ir llenándola con historias sobre periodismo y periódicos. Al  hilo del aniversario  y después de haber visto la película conmemorativa del nacimiento del periódico, ya no puedo seguir aplazando más la idea de escribir de Ultima Hora (que ya ha perdido el ‘la’ con el que nació pero  casi todo el mundo sigue diciendo  ‘la Última Hora’) aunque sea sólo con alguna pincelada que más adelante tendré que completar. Es que yo trabajo en Ultima Hora, me había olvidado de anotarlo y, por eso, me cuesta un poco más observarla desde la  distancia que he puesto de por medio al encarar  otras historias.  Supongo que este 125 aniversario, que coincide con los lamentos sobre la muerte del modo en que entendimos el periodismo y sobre el fin del papel, con la locura de las redes sociales, con la necesidad de revisar (y darle la vuelta) al modo en que los medios han tratado a  las mujeres  y con la desmovilización  vergonzante de la profesión a la hora de reivindicar sus derechos laborales,  puede dar pie a intentarlo.
  Empecé como redactor de Ultima Hora en 2003 pero conocía el diario desde  antes. Tanto como lector (el primer ejemplar  que tengo constancia de haber comprado fue el de la segunda edición del 20 de noviembre de 1975 y que llevaba como titular  principal ‘Arias lloró’, aludiendo al discurso que el presidente del Gobierno de entonces había pronunciado aquella mañana por televisión para comunicar la muerte de Franco) como más adelante, en 1984 , de  visitante ocasional del sótano del  Paseo Mallorca del que salieron los primeros números del diario Baleares después de que Pedro Serra  y otros empresarios  se hicieran  con la cabecera que antes editaba el Estado. Fue otro periodista,  Jaime Jiménez,  quien me acompañó a su despacho y le dijo que yo  escribía buenos artículos de opinión. Pedro Serra, tras la mesa (y previsiblemente fumando un puro, pero no sé si eso fue exactamente así o lo he recreado con el tiempo) abrió uno de los cajones y me dijo “ves, todo esto,  son artículos de opinión, me sobran, lo que yo quiero son noticias”. Y me encargó que fuera con Pedro Prieto, reportero  a quien yo tenía por experto en misses y cotilleos, al puerto ya que había que informar de la llegada de un barco. El primer paso  era  hablar con los prácticos del puerto. No tenía ni idea de qué era un práctico.  Fue lo primero que aprendí tras aquel encargo en  Ultima Hora (aunque yo trabajaba para el nuevo  Baleares);  que existían unos tipos llamados prácticos que, al parecer,  jugaban un papel fundamental para la entrada y salida de los barcos.

A Última Hora me incorporé formalmente en abril  de 2003, cuando  su redacción ya estaba al otro lado del Paseo Mallorca, en el edificio que había ocupado  el Baleares. A finales del año anterior había dejado El Mundo huyendo de Eduardo Inda  gracias a una oferta de baja incentivada  y andaba dándole vueltas a una biografía, que dejé a medias,  sobre un pionero del turismo de origen belga  con una historia tan interesante que daba para una novela. Creo que Joan Buades,  autor de Crui. Els portadors de la torxa (Edicions Aïllades,  Eivissa, 2016 en su primera edición) tuvo que conocerle y hablar más de una vez con él para tejer su  historia sobre  nazis y turistas.

No estaba todavía yo en Ultima Hora la tarde del 17 de julio de 1995 que fue cuando debió decidirse  una ‘primera’  que me persigue desde que la vi publicada al día siguiente, y a la que ya he aludido en otras ocasiones, que llevaba este titular: “Al fin, Cañellas se va”. Lo sorprendente de aquel titular, con una coma impresa que nadie respetó al leer, no era tanto que el presidente del Govern hubiera renunciado a su cargo como las palabras mágicas que el diario utilizaba para enmarcar la noticia del día, del año y de la década: ‘Al fin’. Los titulares nunca son inocentes ni gratuitos, sobre todo los que aluden a grandes historias, y la marcha de Cañellas lo era. Aquel ‘Al fin Cañellas se va’ (ignoremos la coma que podría dar a entender que tras varios días de duda, el presidente  había decidido irse) era el reconocimiento oficial del final  de una época. Hacía tiempo que todos los poderes de las Islas (y no sólo ese que se dio en llamar ‘cuarto poder’) esperaban gritar ‘Al fin’. Y Última Hora lo gritó.

 No hay duda que Ultima Hora es muy peculiar. En el fondo, y en la forma. Por ejemplo, y por recordar  algo  que me viene ahora a la cabeza y que me llamó mucho la atención desde el primer momento, por las cosas que sucedían en la Redacción. Según a qué horas, yo recuerdo las de la tarde, llegaban  visitas que rompían  con la cotidianidad habitual.  A veces eran las ‘vermadoras’ de Binissalem, que incluso venían con el alcalde; otras veces,  una tuna (que cantaba)   y, otras,   las ‘misses’, que luego se paseaban por la Redacción.  (...)  No sé si Última Hora debe de ser el único periódico de España  que todavía informa de ‘misses’ (...)  pero sí que cuando apostó por ser un diario popular a imitación de los tabloides británicos fue una de sus señas de identidad. De aquel cambio se recoge  bastante en la película del  125 aniversario, igual que del impacto que tuvo la portada con el titular ‘Todo sube’ (1 de agosto de 1974), aludiendo al incremento del precio del pan, del café y los transportes, y que marcó el inicio de la nueva etapa. Manolo Cámara, comunista y sindicalista, me  contó una vez la historia de otra portada con un titular a toda plana: “¿Dónde está Manolo Cámara?”. Eran los primeros años de la Transición, le habían detenido y nadie sabía de él. Me explicó que su  familia y compañeros se movilizaron y que Última Hora se imprimió con esa pregunta en portada. Y que  le dejaron en libertad esa misma mañana.

  (Y vale por hoy. El mundo, tu día a día, tu vida y tu trabajo te lleva a hacerte preguntas y a señalar contradicciones. Cuando puedes parar, pongamos que en unos días de un caluroso verano, te das cuenta. Trabajar en un periódico te obliga a una revisión constante de todo. También del oficio de periodista. Es lo que intento en esta ‘cajadecosas’)