sábado, 13 de mayo de 2017

La furgoneta de los periódicos

Llevo  tiempo fijándome en una furgoneta que aparca diariamente frente al bar donde mojo los periódicos en el café y que, en su  puerta trasera y también en las laterales, lleva un rótulo que pone 'Prensa'. El primer día experimente un sentimiento muy parecido al de la emoción. Presencié el momento en que se abría la puerta de atrás y vi cómo un hombre bajaba un carro de ruedas con varias cajas. Recordé aquellos tiempos en los que se descargaban montones de diarios en los quioscos y en las gasolineras y, también, cuando esos montones tomaban las esquinas de  algunas calles principales por las que pasabas alguna noche de fiesta en que el amanecer te salía al encuentro.  Pero no se trataba de eso: lo que estaban descargando de la furgoneta de reparto eran cajas con frutas y verduras para las tiendas de la zona.
 Al día siguiente, y a la vista de que se repetía la misma operación, apuré el café más rápido de lo habitual y crucé la calle aprovechando que las puertas de la furgoneta habían quedado abiertas mientras el repartidor entregaba su mercancía. En su interior, más cajas de frutas y verduras de temporada y, por el suelo, algunos periódicos. Justo del lado de la cabina, varios diarios abiertos de cualquier manera y, desde luego, con una fecha que no se correspondía a la del día. Cuál podía ser la utilidad final de aquellos papeles que llevaba la furgoneta con los rótulos de 'Prensa', no lo sé; igual era sacar lustre a las cebollas, las cerezas y los albaricoques antes de llegar a las estanterías. Las puertas aún me deparaban otra sorpresa. Una vez cerradas,  se componía un nombre que llenaba  la mayor parte de uno de los laterales y que leí,  Sgel;  es decir el nombre de la gran distribuidora de diarios, revistas y  libros de España. Todo un símbolo de los tiempos.

También las furgonetas y los camiones de bomberos cambian de actividad en Farenheit 451, la novela de Ray Bradbury que describe una sociedad en la que los bomberos ya no se dedican a sofocar incendios sino a prender fuego a los libros y a todo lo que sea papel escrito. Una pesadilla que igual está  ahora  bastante lejos de la realidad. Igual, por lo que sea, el futuro no será el de furgonetas de bomberos que quemen papel impreso,  sino el de furgonetas de periódicos que repartan alcachofas, manzanas y cerezas. Una cereza, un tuit, otra cereza, un retuit. Y así.

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