sábado, 2 de julio de 2016

A propósito de Juan Pla (y de su guerra con los Alcántara)

.Periodista díscolo, incómodo y protestón, la última aventura en la que se embarcó Juan Pla (1934-2016), con el hiperbólico empeño que le acompañó siempre, fue la de dejar constancia, de viva voz y por escrito, que fue él y no Toni, el hijo periodista de los Alcántara de Cuéntame, el que contó para Pueblo la revolución de los claveles de Portugal y el que se manchó los pies con la arena del desierto para  sus crónicas sobre la Marcha Verde. Que contó él todo aquello,  y que la genuina redacción del diario que dirigía Emilio Romero no era la "de las cuatro mesas y cuatro sillas" que reflejó la televisión para la serie que en estos momentos  está como está.

 Caballero con espada (de palabras) no  le gustó nada, genio y figura, que la novia fotógrafa del Toni televisivo pudiera  trastocar la realidad de la mujer en la que se inspiró el guión, su amiga la fotógrafa Juana Biarnés, a  la que se comprometió a apoyar hasta el final en su litigio por deshacer cualquier entuerto entre la realidad y la ficción. Lamentó Juan (o Joan) Pla  el confusionismo que se podía crear en generaciones futuras y, en un doble salto mortal, hasta reflexionó de ello por escrito. “Que nadie se extrañe si los nietos de mis nietos ven y oyen por la televisión del siglo venidero que la famosa serie Cuéntame cómo paso fue escrita por un escritor y periodista de Felanitx que estuvo treinta años seguidos dibujando y publicando "angelotes" en los periódicos”, dejó dicho hace  años. Antes de que un ictus (qué extraña maldición persigue al periodismo, aún hoy, la de  no llamar  a un mal físico,  dolencia o enfermedad por su nombre) obligara  a que, de un día para otro, sus   Puput i Angelots desaparecieran de El Mundo /El Dia de Balears, el último periódico donde firmó.

Juan Pla García, que se proclamaba  de Felanitx, ya había pasado antes por ese periódico cuando se llamaba El Dia. Fue tras un paréntesis en el Baleares, recién concluida su segunda etapa madrileña, la de la Transición más dura, la del ruido de sables,  la Operación Galaxia y otras conspiraciones  antesala del Tejerazo que quizá llegó a avistar o intuir desde el diario  El Imparcial. Sabido es que la historia le asignó un papel de relevancia  el 23-.F. Casi todo el mundo sabe que medió con Tejero para intentar que el guardia civil esperpéntico y golpista  aceptara irse de España en un avión. Le llamó Paco Laina, que dirigió aquella noche el gobierno de subsecretarios que se hizo cargo del país. Lo que sabe menos gente es quién facilitó el número del teléfono de Pla . Fue un joven fontanero monclovita del equipo de Josep Melià, el mallorquín Tomeu Beltrán.  En 1982, Pla escribió un libro hoy descatalogado en que da nombres de civiles, sobre todo periodistas y algún que otro  mallorquín, que estarían en el ajo del golpe. "Tengo un solo patrimonio, una sola fuerza en este mundo; la palabra. No hay más arma para un periodista que se precie que la palabra. Es mi único poder", anotaría después.

Acierta Gaspar Sabater, Gaspi, cuando recuerda en su obituario (El Mundo 1 de julio) que, de la generación de la posguerra, Pla fue el periodista que más tiempo estuvo activo y que con él desaparece (murió el miércoles) toda una época.  Prácticamente han muerto todos, incluido  Lorenzo Ripoll, que le envió a Pla un sobre con un texto mio y una suerte de carta de  recomendación como la que le escribió su padre  a D' artagnan para que se la entregara al  capitán De Treville y le ayudara a  entrar en el cuerpo de  los Mosqueteros del rey de  Francia.  Pla dirigía entonces El Imparcial que hasta hacía unas semanas (y quizá, aún entonces) había sido  como El Alcazar, uno de los diarios de referencia de la ultraderecha. Si hasta se contaba que llevaban mensajes ocultos en sus páginas.

Juan Pla llegó El Imparcial con la idea, o eso contó, de darle la vuelta y  aguantó unos meses como director. La recomendación surtió efecto y me publicó  algunos artículos que pretendían ser loas a las libertades y que he  preferido olvidar.  Me lo recordó cuando me tropecé  con él en el periódico más alocado en el que he trabajado nunca: el  Baleares, concretamente  durante su tránsito del Estado a la  empresa privada. Y aunque Pla, con toda la razón, me veía como un niño que qué se habrá  creído, noté en él algo que me daba confianza .Aquel Baleares  reunía en su redacción a todas las Españas posibles, desde gentes del Movimiento que había ganado una guerra civil hasta aparentes  dirigentes del comité central del PCE y activistas de la Joven Guardia Roja. 

Toda la contraportada del Baleares, con el encabezamiento  Tot Pla, era  para él. Y aprovechó las  últimas líneas de su última crónica en la última página del último Baleares que editó el 17 de mayo de 1984  la empresa de Medios de Comunicación del Estado para teclear lo siguiente: "Lo más gracioso --todavía me río las tripas-- es aquello que nos dijo uno de  los compradores, que había comprado el Baleares con el dinero que otro le había dado para que no lo comprase. La jugada es genial, si es cierta".

Así y todo  (y algún día contará alguien la  verdad de lo que pasó) el periodista díscolo, protestón e incómodo, escribiría  y dibujaría en El Dia. Allí quedan sus Puputs, dibujos políticos de trazo fino que explican la preautonomía de Baleares mientras  Gabriel Cañellas asomaba la cabeza.  También coincidí con él en el  Baleares  editado por  Grupo Serra, que fue donde  dio  con 'las Orlas', que luego se convirtieron el libro. Miles de caras adolescentes, de  las fotos que se  hicieron en el colegio cuando terminaron el bachiller,  rostros anónimos junto a  lo más granado de la vida de Mallorca,  se juntaron en 'las Orlas'. Mallorca es una Isla donde aparentemente nadie se fija en nadie, pero no es verdad. Todo el mundo está al tanto de lo que hace todo el mundo aunque  se aparente disimular. Todo el personal se conoce, o presume  de conocerse. Te conozco mejor que tú, es el santo y seña. Por eso, la asistencia a los funerales, y el empeño en dejarse ver, incluso en esos momentos,  es la verdadera  identidad , o hecho diferencial, de esta tierra. Y sólo eso explica que cuando pretendes recordar a alguien, termines hablando de tí mismo, que es lo que estoy yo haciendo.  Por eso La Orla, memoria de un tiempo feliz  será un título fundamental de Joan Pla. Hace,  a la vez,  de espejo y de ventana indiscreta. Y eso nos gusta mucho por estos lares.

El periodismo de estos días tiene poco que ver (o mucho, quién sabe, ahí están  las redes sociales y Facebook)  con el de  la generación de Juan Pla. Pero sí se  merece un lugar en la historia que habrá que guardar para que  no caiga en el olvido. Por eso le  incluyo en esta Caja de cosas. Y no puedo resistirme a compartir algo que me dijo Pla  desde un Puput, cuando me atreví a escribir una vez  que yo, que iba de'  progre``  escribí artículos para  El Imparcial: "Ser progre en un diario carca es igual que ser carca en un diario progre". Amén. O 'Idó', que fue lo que sentenció  por boca de  uno de sus angelotes. No le arriendo la ganancia  al Toni, el hijo periodista de los Alcántara. Ni a Cuéntame. Juan Pla les ganará esa guerra. Y así lo contará. Lo contará él y,  naturalmente, a su manera.

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