sábado, 31 de diciembre de 2016

Entre dos años, y unos libros (Palabras para Victor)


Creo que no ha sido un mal año. Por ejemplo, supe  este 2016 que existía la séptima función del lenguaje, gracias al libro de Laurent  Binet, que se llama así, La séptima función del lenguaje. Y  siempre podré presumir de haber hablado, por fin, con Enrique Vila-Matas y de  contar, hasta el agotamiento, que Paula de Parma me dijo que a él le había gustado lo que escribí. Este año caí otra vez en sus redes  (y en la confusión de historias, situaciones  y personajes) con  Marienbad eléctrico  y Porque ella no lo pidió. Se  me revolvió la conciencia y me hice muchas preguntas sobre dónde está el límite de nuestra resistencia con La zona de interés de Martín Amis. En  pleno verano, La España vacía de Sergio del Molino, tuvo el efecto de un gran viaje hacia el interior y a los lugares de un país  que guardamos idealizado. Y aunque a él, al autor, no le gustaría  nada esa comparación, el efecto de ese libro   fue similar al  que me provocaron hace décadas los cuatro tomos de Gárgoris y Habidis  de Sánchez Dragó. Los buenos libros te llevan a otros. La España vacía me llevó a El Viaje de don Quijote, de Julio Llamazares, que  incluye una referencia Boquiñeni, el único lugar al que he viajado físicamente este año y en el que paso la mayor parte de mi imaginario.  Allí, en un bar de Boquiñeni,  hablé, en junio,  con  David Garcés, el  promotor de Zarracatalla, un proyecto de escritura coral. Por ejempo, Tay Todos. Un libro  breve,  La oposición, de Alfonso Mateo-Sagasta me inyectó mi droga favorita, la de la confusión en el espacio tiempo. Y una posibilidad seductora e  inquietante, que  la Historia es un género literario y que el presente no es consecuencia del pasado, sino que (más bien) del modo en que contamos el pasado es consecuencia del presente. Acabo el año, con las últimas páginas de Patria, de Fernando Aramburu, un puzle  que,  encajadas todas las piezas,  muestra lo que fue el universo vasco en tiempos de ETA. Creo que empezaré 2017 con The Time of mi Life, de  Hadley Freeman; un regalo especial  que viene con una esperanzadora proclama en su solapa: “Un ensayo sobre cómo el cine de los ochenta nos enseñó a ser más valientes, más feministas y más humanos”.
  Los años pueden ser muchas cosas, también los libros que lees, o por qué los lees. Y todas las respuestas a preguntas sobre cómo llegaron hasta ti, o a dónde te llevaron, o quién te los regaló, o quiénes han estado a tu lado cuando los leías.

Empieza un nuevo año y pienso en Victor. Ha cumplido cinco, es el nieto de mi hermana y eso me lleva a pensar que estoy en la edad de ser abuelo. Supongo que, por eso, llevo con  orgullo (o no sé cómo llamarlo) lo que me contaron el otro día, y que ahora desvelo ante la puerta de 2017: que había sido “el primero de su clase” en aprender a leer. Y que mientras el resto estaba con letras y sílabas, él ya  iba por las palabras y por las frases enteras.  Y delante de mí  le dieron un periódico y leyó enterito el titular grande de la portada. Y, en ese momento, me dije que ya tengo motivos para felicitar el año nuevo.

No sé cuando te llegará, pero ya te digo, entre dos años, que algún día sabrás, Victor, que me diste la idea sobre lo que tenía que contar cuando arrancara  2017, que  tiene que ser el año de los pequeños gestos, el año de las pequeñas victorias  y de las pequeñas cosas, el año de las minúsculas, que son las más grandes. Es verdad que lo empezaremos  con los peores temores sobre un grandullón, el próximo presidente de los Estados Unidos de América (que  tomará posesión coincidiendo con las imaginarias fiestas de Palma) y hasta viviremos con el alma en vilo sobre hasta dónde lo aguantarán allá. La buena noticia es que columnas de mujeres van a salir a la calle en Washington, Boston, New York y California (y, seguramente en toda Europa,  y también en España)   para  recordarle que están allí y que el mundo es, preferentemente, de ellas. Ellas, como siempre ha ocurrido, nos ayudarán a recordar que este 2017 tienen que ir cayendo barreras e ideas preconcebidas. Allá, pero también aquí.
Este 2017 será el año de las minúsculas, que son las más grandes.
Caerán, por ejemplo, las mayúsculas. Y, con ellas, las frases hechas y los plurales mayestáticos a la hora de contar la Historia. Este 2017 no nos quedará más remedio que organizarnos individualmente. Yo, tú, él, ella, nosotros y nosotras. Y vosotras y vosotros. Y ellas y ellos. Este es un año que nos tiene que dar, desde la tranquilidad relativa,  para reflexionar sobre qué nos ha pasado en el anterior. De cómo, por lo que se refiere a este país, dejamos escapar  la oportunidad de cambiar el mapa político. Habrá que preguntarse si hicimos todo lo necesario, y si nos equivocamos. O si de verdad queríamos que nada cambiase. Yo, tú, él ella, nosotros y nosotras vamos a empezar a cambiarlo todo desde abajo, como hormigas minúsculas. Creímos, por un momento, que los nuevos dioses venían con algo nuevo que decir o que hacer. Y no lo hicieron. Algunos querían volar alto y se quemaron. Otros se cortaron la cabeza y las manos en guerras que no explicaron. Y ahora es nuestro turno. Queda mucho por hacer. Mucho que escribir. Y mucho que leer. Espero que sea contigo, Victor. Feliz 2017.


sábado, 19 de noviembre de 2016

El día que llegué a El Día

Los ochenta, 1987 supongo. Llegué a El Día de Baleares con una protesta recién convocada. Hacía ya varios años que ese periódico estaba en la calle. Lo habían fundado, en 1981, entre otros,  Abel Matutes y el empresario hotelero Gabriel Barceló. Su primer director fue Antonio Alemany. Rompía, por el diseño y por la manera de enfocar las noticias, con la manera de hacer periodismo en las Islas. A mí me gustaban, sobre todo, las portadas, aunque no siempre (por no decir casi nunca) compartía sus interpretaciones. Pero había tejido allí grandes amistades.

Recién llegado,  o casi,  a Gremio Herreros del polígono de Son Castelló, que es donde estaba el periódico, me llamaron a un despacho que, entonces,  me pareció  un cuchitril y donde  alguien que me recordó, por la barba, al capitán Ahab de Moby Dick o al presidente  Abraham Lincoln me puso al tanto de la situación. Al parecer se estaba llamando al todo el personal del periódico para  saber qué posición iba a adoptar ante la protesta. Con el tiempo, comprobaría que el activismo y las ganas de protesta eran una seña de identidad de aquella plantilla en la que me integré. Incluso, en un acto conmemorativo, Gabriel Barceló dijo que, el suyo, había sido el primer periódico de Baleares en el que se había hecho huelga durante varios días. Cuando yo llegué, detrás del capitán Ahab había otro señor, delgado y con bigote, que  también me invitó a reflexionar sobre mi reciente incorporación a la empresa y sobre si, recién llegado, tenía razones para quejarme. Nunca he dejado de quejarme.

Había llegado a El Día casi recién salido del Baleares donde, cuando me daban el finiquito, alguien me dijo: ¨Tú, acabarás en El Día”. Y es que, casi nadie ignoraba en el Baleares que mi amiga del alma era Mariló Suárez,  que también era corresponsal de Diario 16,  que ya se había ido a El Día, y que antes de irse, a ella y a mí nos venían a buscar amigos del periódico de la calle Gremio Herreros. En aquella época, algo impensable hoy, el Baleares tenía un bar y allá nos esperaban Tomás Bordoy o Pepe Massot, que hoy luce en las  páginas de Cultura de La Vanguardia.

Efectivamente, llegué al El Día. Aunque lo primero que hice no me gustó nada. De hecho, era bastante frustrante. Aún existían los teletipos, esas máquinas que escupían rollos de papel con la noticias de agencia, y yo me tenía que encargar de seleccionar las que tenían que ver sobre España y teclearlas. Ya no había máquinas de escribir, sino ordenadores con pantalla verde, pero mi cometido era muy deprimente: copiar lo que las agencias habían escrito.
Así empecé en aquel periódico. Al poco descubrí que sólo podía ‘realizarme’, o aportar cierta ‘creatividad’, en los titulares y en los pies de foto. Titular y escribir pies de foto era lo único que me llenaba en aquella época. Sobre todo cuando llegó Yolanda Garisoaín, ‘Yoligari’ como la bauticé, una periodista de Pamplona a la que nunca he podido olvidar y que creo que ahora está por la República Dominicana. ‘Yoli’ y yo nos recreábamos en los pies de foto, que estaban menos vigilados que los titulares. Colamos un ‘el gobernador, por los suelos’ en una foto en que se veía a un gobernador del País Vasco agachado después de algo serio.
Por suerte, aquel suplicio se acabó y pudimos ocuparnos de la información local. Recuerdo un gran reportaje de Yolanda sobre Son Banya, que tituló ‘Al este del desdén’,  y que yo me metí en la información municipal en los días en que Ramón Aguiló no las tenía todas consigo.

Supongo que me viene a la memoria todo esto ante las noticias que llegan en este noviembre de 2016 sobre cambios en el accionariado del diario, que ahora se llama El Mundo de Baleares, y  que eso ha agitado mis recuerdos. No sé cómo acabará todo ni si la venta de las acciones de Barceló al grupo italiano que manda en El Mundo sólo es una estratagema. Me  gustaría que El Día siguiera en los quioscos porque es una parte de mí.

Creo que ese periódico es un caso único. Ha cambiado varias veces de nombre y ha sobrevivido. Me subí en el barco cuando era El Día;  viví su conversión a El Día 16; brevemente se llamó otra vez El Día; fue luego El Día del Mundo y acabó como El Mundo de Baleares. Si pudiera elegir, me quedaría con El Día del Mundo y la etapa de libertad que, con claroscuros, le dio Basilio Baltasar en la dirección. Pero también me esforzaría por entender a Tomás y algunas apuestas que hizo. Por lo que nunca pasaré es por aquella etapa,  para mí más triste y lamentable del periódico, la de Eduardo Inda. Inda representa, en mi opinión, lo peor del periodismo. Y eso explica la fuga de octubre de 2002, que algún día habrá que contar.
En fin, suerte. Os quiero ver en los quioscos. Cada día.


lunes, 22 de agosto de 2016

El secreto del palacio de congresos (2)

El secreto del palacio de congresos. Divertimento veraniego (2)

Viene de 
http://jutobla.blogspot.com.es/2016/08/el-secreto-del-palacio-de-congresos.html

Hacía muy poco que Luis Antonio Bolín,  uno de sus superiores en el Ministerio de la Gobernación –que entonces se ocupaba del Turismo-  , había acuñado un lema para promocionar España en el exterior que, con el tiempo y ligeros retoques, iba a hacerse muy popular: Spain is beautifful and different. El famoso “España es diferente”,  que durante décadas se utilizó también como gesto de afirmación patriótica ante todo lo que venía de fuera. Como todos los buenos eslóganes, tanto valía para una cosa como para  la contraria. Por eso,  aunque los sectores más radicales de la Falange llegaron a proponer la abolición del turismo una vez instaurado el nuevo régimen, España eligió el camino contrario y puso  las bases para una lenta invasión que cambiaría de raíz los usos y costumbres del país.  Que los dirigentes de la España que salía de la Guerra Civil decidieran unir el turismo al  Ministerio de la Gobernación, y quien dice Gobernación dice Policía  da idea del valor estratégico que aquel régimen, por los motivos que fuera,  daba al turismo.

Sí, he escrito ‘lenta invasión’. La expresión es de Prade y todo lo que vino después tiene que ver  con lo que aquel hombre, que escribía su nombre en español pese a su apellido germano, empezó a explicar  aquella mañana en Barcelona. No sé si finalmente podré convocar una rueda de prensa y contarlo todo, el presidente no me autoriza, pero te lo voy a adelantar a ti. Podrás leer el relato que me entregaron  al asumir el cargo  y otras informaciones que he ido recabando desde entonces  y que tú puedes administrar como quieras.  No sé si podrás publicarlo ni si aún estamos a tiempo. Todo dependerá mucho de cuando se inaugure el palacio de congresos.

Prade esperaba despachar a aquel hombre en poco tiempo. El necesario para decirle que no podía organizar viajes en autobús por Barcelona, y entre Barcelona y otras ciudades, sin un visado especial del sindicato y la autorización de Gobernación. El era un extranjero, que  hablaba  bastante bien el español y se presentó  como Marcos  Shcneider. Había chocado con Margarita Rovira, muy bien relacionada con el Gobierno y Falange. ‘Nada se mueve en Barcelona sin los Rovira’ le comentó mientras cogía un bolígrafo de la mesa para firmar una orden de expulsión.
“También puedo organizar  viajes rápidos en avión a Mallorca, desde Alemania y desde otras ciudades europeas”, le oyó decir. Prade se echó hacia atrás arrastrando la silla,  dejo la estilográfica sobre la mesa, sacó una cajetilla de tabaco, cogió un cigarrillo y ofreció uno a su interlocutor. “¿Qué me está  diciendo?” 

Semanas después  viajaban a Mallorca, pero no en avión, sino en barco y acompañados, aunque eso nunca trascendió (creo que eres la primera periodista en saberlo)  de  Rafael Arias Salgado, que se acaba de estrenar en un Ministerio de nueva creación, el de Información y Turismo. Fue una travesía animada y con mucha música. En Palma iba a celebrarse  el primer festival internacional de danzas folclóricas. También viajaban  grupos españoles, belgas, franceses, italianos  y alemanes que actuarían en la plaza de toros. Al recién nombrado  ministro le extrañó que una Isla tuviera plaza de toros.  Schneider, que ya había estado antes en Mallorca,  les comentó  que era  una Isla sorprendente,  que se alojarían en un hotel recién inaugurado en Palma y que luego irían a Cala D´ or y Cala Rajada.

Antes de la guerra (del Movimiento o de la cruzada, según el lenguaje de entonces)   Cala Rajada, a unos ochenta kilómetros Palma, había sido una especie de colonia de extranjeros en Mallorca. Muchos alemanes se habían instalado allí. Algunos huyendo del nacionalsocialismo. Pero otros, persiguiéndoles y mezclándose con ellos a la espera, les contó, de que cayera la república española, como así fue, y poder establecer una sólida alianza con los militares españoles sublevados para colaborar en el nuevo orden que se iba a establecer. Parece que  incluso se preparó un viaje relámpago de Goebbels pero no llegó a concretarse.  ¿Habéis oído hablar de la Kraft durch Freude?   les peguntó Scheider.

jueves, 18 de agosto de 2016

El secreto del palacio de congresos


El secreto del palacio de congresos (I) Divertimento turístico para el verano

Lee esto con atención y  adminístralo como te parezca. Soy Biel Català,  conseller  de Turismo del Gobierno de las Islas Baleares y, como todos mis antecesores,   recibí una carpeta muy especial durante las negociaciones del traspaso de poderes. Me la entregó personalmente Carlos Bizarro. Me había llamado por teléfono días atrás, antes incluso de que trascendiera que el  presidente  me iba a proponer para el cargo. “Tenemos que hablar, es importante que nos veamos antes de que me sustituyas”, me dijo. Le respondí con la primera pregunta que me vino a la cabeza: “¿Me vas a contar los motivos por los que tampoco acabasteis el Palacio de Congresos y qué habéis estado haciendo ahí todos estos años?” “Algo así”, me respondió.

Me vi con Bizarro a la mañana siguiente, cuando algunos periódicos ya daban mi nombre como posible consejero y el digital Mallorca.com, vinculado a la federación hotelera destacaba mi “buena relación con el sector hotelero y el turismo en general”. Bizarro habló sin rodeos: “Tu sabes que, desde 1983, el primer cargo del Gobierno que se decide, antes incluso que el de presidente, es el del consejero de Turismo. Todo eso tiene una explicación, que lo deciden desde muy arriba y que, quién nos elige, lo hace para que sigamos un plan.  El turismo es nuestra primera industria  y estamos aquí para administrar una información de mucho valor  y transmitirla a quienes nos sucedan mientras llegue lo que, más pronto o más tarde, tiene que ocurrir”. Y me preguntó: ‘¿Qué sabes de Valeriano Prade?

Yo nunca tuve ocasión de hablar con el capitán Valeriano Prade pero sé  lo que todo el mundo, que es un personaje de leyenda vinculado a los orígenes del turismo de masas en Baleares, que su nombre está unido todos los proyectos, que un barco de la Trasmediterránea llevó su nombre, que una sala del aeropuerto está dedicada a su obra, que el primer gobierno autónomo lanzó unas becas con su nombre y que el palacio de congresos, si es que alguna vez se inaugura,  incluirá, junto a la sala  de la cámara acorazada del sótano, una exposición permanente con un proyecto que dejó inédito.  Prade  fue el único cargo del franquismo que se mantuvo ininterrumpidamente entre 1951  cuando le nombraron delegado provincial de Turismo y  1983,  cuando  la comunidad autónoma nombró a su primer consejero. Prade tiene todas las condecoraciones  posibles y a su funeral asistieron el rey Juan Carlos  y el presidente de Gobierno Felipe González.  Lo que desconocía totalmente es que hubiera escrito unas memorias y que yo iba a ser una de las pocas personas en leerlas.

Aquí es donde empieza de verdad  esta historia, con las memorias de Valeriano Prade que me entregó Carlos Bizarro tras  una reunión extraordinaria del comité de notables del Ibatur. El  Instituto Balear de Turismo, o Ibatur  es el departamento autónomo más importante de las Islas. La suma de la edad de sus notables  supera los  260 años   y los puestos pasan de padres a hijos. Es como un Senado turístico con más poder que el propio Parlament. Todos los consejeros de turismo terminan en el  Ibatur con carácter vitalicio y ni siquiera la gran crisis de los mercados ni la irrupción de nuevos partidos después de un ciclo de elecciones permanentes en España  consiguió cambiarlo.
Las memorias de Prade se inician en el último año de la década de los cuarenta  del siglo XX, concretamente en Barcelona, cuando era delegado  del Ministerio de Gobernación en aquella ciudad. 

 Empiezan  una mañana en la que llegó más tarde de lo habitual a su despacho. Hacía rato que le esperaba alguien al que había mandado llamar para aclarar qué había de cierto en una denuncia que tenía sobre la mesa desde días atrás. Con la parsimonia habitual de aquellos tiempos, no se quiso dar por enterado en un primer momento y le hizo esperar un rato más. "Que sepa quién manda aquí", se dijo antes de hacerlo entrar. Le saludo en español pero con un acento que no distinguió claramente y que bien podría ser alemán. Era muy alto. Prade echó mano de una carpeta con el nombre del recién llegado y que contenía una serie de impresos sobre sus actividades. Al aparecer había abierto una corresponsalía o agencia de viajes sin los visados preceptivos y a espaldas del sindicato vertical de transportes.


sábado, 30 de julio de 2016

Periodismo, mujeres y el debate que falta (y mi periódico)

Casi todo está dicho  y  escrito, sobre la presencia de las mujeres en los medios de comunicación y sobre el tratamiento que hacen los medios de las cuestiones que afectan a las mujeres. Lo único que queda es asumirlo y buscar soluciones. Llevo mucho tiempo dándole vueltas a este asunto e, incluso, ha habido episodios que han tenido que ver con el medio en el que trabajo. Quizá es el momento de incluirlo en esta ‘Caja de cosas’.
El  modo de hacer, o de vivir, el periodismo que conocimos se está cayendo ante nuestras narices. Ya no hay dueños de la información (Enrique Bustamante, Los amos de la información en España, Madrid, filcal Ed., 1982)  sino dueños de las empresas de la información. Un público que hasta ahora (quizá) habíamos minusvalorado, y hasta ignorado, nos juzga y observa cada día en las redes sociales. Ya no hace falta disfrazar de información una rectificación, porque la gente nos juzga cada día. Si te equivocas  en un enfoque, o en el modo de titular, lo mejor es admitirlo al momento. O tomas tú la iniciativa, o el mundo de las redes sociales lo hará por ti.
El 26 de mayo de se publicó un artículo absolutamente machista en el periódico donde trabajo (es Ultima Hora; lo digo aunque todo el mundo lo sepa). Me dolió especialmente porque  ese artículo ('La mujer, ¿víctima o verdugo?') repetía los argumentos que poco antes había utilizado en el Diario de Mallorca otro escribidor. Días después, también en UH, se publicó una carta al director presentando como crimen pasional el intento de asesinar a una mujer. Y hace nada, un articulista enloqueció cuando, cuestionando el fenómeno de Pokémon Go  dejó colar lo que opina de las mujeres. No es nuevo. Hay un libro que (incomprensiblemente, en mi opinión)  se vende  en las librerías feministas, supongo que por el modo en que se ha traducido en español (‘Escucha hombrecillo. Discurso de la mediocridad’) de  Wilhem Reich, que sólo es una empanada mental parecida a la del autor del artículo sobre el fenómeno de Pokémon Go. Lástima que en los años sesenta no existieran Twitter o Facebook  para ponerlo en evidencia.
¿Quiere eso decir que Ultima Hora es un diario machista? Sin duda, no. No más, en cualquier caso, que el  resto de la sociedad. Digamos que España tiene dos problemas enormes, dos grandes carencias de  las que, en vez de presumir, habría que intentar ponerles  remedio: la incapacidad de aprender idiomas y el trato que se da a las mujeres. El repelente comentario privado de Pablo Iglesias, el de Podemos, sobre Mariló Montero le anularía en cualquier país digno como presidente de Gobierno. No se puede aguantar ni en privado ni como broma de ‘machotes’.
Pero me estoy desviando. Quizá habría que recordar cómo la Ultima Hora de los años setenta fue el primer diario que dio voz a las feministas. Quizá habría que recordar cómo, en las primeras elecciones, fue el primer periódico  que dejó oír la voz de las mujeres. Recordar todo eso y documentarlo, quedará para quienes escriban la historia del periodismo y la política en Mallorca. Lo único que pretendo, en este escrito, es dejar constancia de la necesidad que existe de convocar a un gran debate abierto sobre periodismo y género. Veo que en Catalunya eso ya está en marcha y es una buena noticia. Creo que todos los periódicos de Baleares tendrían que  sumarse a ese debate. Quizá el mes de  agosto es un buen momento.
Hay dos máximas del periodismo con las que nunca he estado de acuerdo. Una, que ‘los periodistas nunca son noticia’. Y no únicamente por la utilización del masculino como genérico. La otra, que ‘perro no come perro’, que me parece ofensiva. Los periodistas, y las periodistas, siempre son noticia. Y que, en más de cien años, sólo dos mujeres hayan dirigido periódicos en Balears, algo  debe significar. Que ninguna mujer haya dirigido el primer periódico de España, El País, también es relevante.
Hay mucho que escribir. Y sobre todo, mucho que cambiar. Lo intentaré argumentar otro día. 


sábado, 2 de julio de 2016

A propósito de Juan Pla (y de su guerra con los Alcántara)

.Periodista díscolo, incómodo y protestón, la última aventura en la que se embarcó Juan Pla (1934-2016), con el hiperbólico empeño que le acompañó siempre, fue la de dejar constancia, de viva voz y por escrito, que fue él y no Toni, el hijo periodista de los Alcántara de Cuéntame, el que contó para Pueblo la revolución de los claveles de Portugal y el que se manchó los pies con la arena del desierto para  sus crónicas sobre la Marcha Verde. Que contó él todo aquello,  y que la genuina redacción del diario que dirigía Emilio Romero no era la "de las cuatro mesas y cuatro sillas" que reflejó la televisión para la serie que en estos momentos  está como está.

 Caballero con espada (de palabras) no  le gustó nada, genio y figura, que la novia fotógrafa del Toni televisivo pudiera  trastocar la realidad de la mujer en la que se inspiró el guión, su amiga la fotógrafa Juana Biarnés, a  la que se comprometió a apoyar hasta el final en su litigio por deshacer cualquier entuerto entre la realidad y la ficción. Lamentó Juan (o Joan) Pla  el confusionismo que se podía crear en generaciones futuras y, en un doble salto mortal, hasta reflexionó de ello por escrito. “Que nadie se extrañe si los nietos de mis nietos ven y oyen por la televisión del siglo venidero que la famosa serie Cuéntame cómo paso fue escrita por un escritor y periodista de Felanitx que estuvo treinta años seguidos dibujando y publicando "angelotes" en los periódicos”, dejó dicho hace  años. Antes de que un ictus (qué extraña maldición persigue al periodismo, aún hoy, la de  no llamar  a un mal físico,  dolencia o enfermedad por su nombre) obligara  a que, de un día para otro, sus   Puput i Angelots desaparecieran de El Mundo /El Dia de Balears, el último periódico donde firmó.

Juan Pla García, que se proclamaba  de Felanitx, ya había pasado antes por ese periódico cuando se llamaba El Dia. Fue tras un paréntesis en el Baleares, recién concluida su segunda etapa madrileña, la de la Transición más dura, la del ruido de sables,  la Operación Galaxia y otras conspiraciones  antesala del Tejerazo que quizá llegó a avistar o intuir desde el diario  El Imparcial. Sabido es que la historia le asignó un papel de relevancia  el 23-.F. Casi todo el mundo sabe que medió con Tejero para intentar que el guardia civil esperpéntico y golpista  aceptara irse de España en un avión. Le llamó Paco Laina, que dirigió aquella noche el gobierno de subsecretarios que se hizo cargo del país. Lo que sabe menos gente es quién facilitó el número del teléfono de Pla . Fue un joven fontanero monclovita del equipo de Josep Melià, el mallorquín Tomeu Beltrán.  En 1982, Pla escribió un libro hoy descatalogado en que da nombres de civiles, sobre todo periodistas y algún que otro  mallorquín, que estarían en el ajo del golpe. "Tengo un solo patrimonio, una sola fuerza en este mundo; la palabra. No hay más arma para un periodista que se precie que la palabra. Es mi único poder", anotaría después.

Acierta Gaspar Sabater, Gaspi, cuando recuerda en su obituario (El Mundo 1 de julio) que, de la generación de la posguerra, Pla fue el periodista que más tiempo estuvo activo y que con él desaparece (murió el miércoles) toda una época.  Prácticamente han muerto todos, incluido  Lorenzo Ripoll, que le envió a Pla un sobre con un texto mio y una suerte de carta de  recomendación como la que le escribió su padre  a D' artagnan para que se la entregara al  capitán De Treville y le ayudara a  entrar en el cuerpo de  los Mosqueteros del rey de  Francia.  Pla dirigía entonces El Imparcial que hasta hacía unas semanas (y quizá, aún entonces) había sido  como El Alcazar, uno de los diarios de referencia de la ultraderecha. Si hasta se contaba que llevaban mensajes ocultos en sus páginas.

Juan Pla llegó El Imparcial con la idea, o eso contó, de darle la vuelta y  aguantó unos meses como director. La recomendación surtió efecto y me publicó  algunos artículos que pretendían ser loas a las libertades y que he  preferido olvidar.  Me lo recordó cuando me tropecé  con él en el periódico más alocado en el que he trabajado nunca: el  Baleares, concretamente  durante su tránsito del Estado a la  empresa privada. Y aunque Pla, con toda la razón, me veía como un niño que qué se habrá  creído, noté en él algo que me daba confianza .Aquel Baleares  reunía en su redacción a todas las Españas posibles, desde gentes del Movimiento que había ganado una guerra civil hasta aparentes  dirigentes del comité central del PCE y activistas de la Joven Guardia Roja. 

Toda la contraportada del Baleares, con el encabezamiento  Tot Pla, era  para él. Y aprovechó las  últimas líneas de su última crónica en la última página del último Baleares que editó el 17 de mayo de 1984  la empresa de Medios de Comunicación del Estado para teclear lo siguiente: "Lo más gracioso --todavía me río las tripas-- es aquello que nos dijo uno de  los compradores, que había comprado el Baleares con el dinero que otro le había dado para que no lo comprase. La jugada es genial, si es cierta".

Así y todo  (y algún día contará alguien la  verdad de lo que pasó) el periodista díscolo, protestón e incómodo, escribiría  y dibujaría en El Dia. Allí quedan sus Puputs, dibujos políticos de trazo fino que explican la preautonomía de Baleares mientras  Gabriel Cañellas asomaba la cabeza.  También coincidí con él en el  Baleares  editado por  Grupo Serra, que fue donde  dio  con 'las Orlas', que luego se convirtieron el libro. Miles de caras adolescentes, de  las fotos que se  hicieron en el colegio cuando terminaron el bachiller,  rostros anónimos junto a  lo más granado de la vida de Mallorca,  se juntaron en 'las Orlas'. Mallorca es una Isla donde aparentemente nadie se fija en nadie, pero no es verdad. Todo el mundo está al tanto de lo que hace todo el mundo aunque  se aparente disimular. Todo el personal se conoce, o presume  de conocerse. Te conozco mejor que tú, es el santo y seña. Por eso, la asistencia a los funerales, y el empeño en dejarse ver, incluso en esos momentos,  es la verdadera  identidad , o hecho diferencial, de esta tierra. Y sólo eso explica que cuando pretendes recordar a alguien, termines hablando de tí mismo, que es lo que estoy yo haciendo.  Por eso La Orla, memoria de un tiempo feliz  será un título fundamental de Joan Pla. Hace,  a la vez,  de espejo y de ventana indiscreta. Y eso nos gusta mucho por estos lares.

El periodismo de estos días tiene poco que ver (o mucho, quién sabe, ahí están  las redes sociales y Facebook)  con el de  la generación de Juan Pla. Pero sí se  merece un lugar en la historia que habrá que guardar para que  no caiga en el olvido. Por eso le  incluyo en esta Caja de cosas. Y no puedo resistirme a compartir algo que me dijo Pla  desde un Puput, cuando me atreví a escribir una vez  que yo, que iba de'  progre``  escribí artículos para  El Imparcial: "Ser progre en un diario carca es igual que ser carca en un diario progre". Amén. O 'Idó', que fue lo que sentenció  por boca de  uno de sus angelotes. No le arriendo la ganancia  al Toni, el hijo periodista de los Alcántara. Ni a Cuéntame. Juan Pla les ganará esa guerra. Y así lo contará. Lo contará él y,  naturalmente, a su manera.

jueves, 19 de mayo de 2016

Vila-Matas no se acaba nunca

Me ocurre algo extraño con los libros de Vila-Matas. Me van desapareciendo aunque yo estoy convencido de que, una vez leídos, les hago un hueco en la estantería. No desaparecen todos, pero sí algunos que recuerdo por algún motivo especial y con los que no consigo dar estos días pese a que   los busco afanosamente. Estoy seguro de que nadie los ha cogido y de que no los he prestado. Sólo me queda pensar que no quieren quedarse quietos o que siguen escribiéndose solos (lo que no resultaría extraño siendo de Vila-Matas). Por eso estoy tomando medidas para que no huyan todos uno tras otro. Sé que leí Hijos sin Hijos porque recuerdo que alguien iba buscando un nombre secreto por Zaragoza. Y estoy hecho a que París no  se acaba nunca. Esos títulos en concreto (y algunos más) no están donde yo creía haberlos dejado. Por cierto, que París no se acaba nunca me sirvió para acercarme por primera vez a EVM. Diré que él estaba sentado en un bar y más adelante (si todo este texto no va desapareciendo conforme añado palabras mientras espero a que termine una reunión política de la que tengo que informar en el periódico de mañana) contaré cómo fue aquello.
   Estaba con lo de los libros que, una vez leídos, no se quedan quietos. Y contaba que estoy tomando medidas. Por ejemplo, poner a buen recaudo (o eso me parece a mí) Marienbad eléctrico, que es el ultimo que he leído. Lo primero que he hecho ha sido separarlo de Porque ella no lo pidió. Conociendo como se las gastan EVM y sus fantasamas, supongo que ambas historias, o las historias que contienen ambas historias, terminarían haciendo de las suyas y arreglándoselas para escapar  juntas y confundirme del todo. O tomo medidas, o Dominique Gonzalez -Foerster se fundirá con Sophie Calle y será tan fácil engañarme que nunca sabré si fue en el Bonaparte o en el Café de la Flore el principio de todo. Envidio (o admiro, que es la manera lógica de envidiar) a Enrique Vila-Matas. Meterse en una historia suya es como escarbar la tierra mojada del campo con las manos. Empiezas por lo superficial, que es lo que se ve a simple vista, un fruto o una hortaliza o lo que sea; sigues removiendo, tocas la raíz y luego vas tanteando un mundo subterráneo que se antoja infinito. Los libros de Vila-Matas te  conducen de un lado para otro y no terminan nunca porque (por ejemplo) te obligan a comprobar todas las citas, una a una. Hay noches que te desvelas buscando puertas de habitaciones inexistentes de hoteles inexistentes que luego se aparecen en los sueños. No sé, por ejemplo, si en uno de esos sueños se quedó Una casa para siempre,  libro extraño que incluía un ventrílocuo. O era al revés.
   La única vez que hable con Vila-Matas, actúe con temor reverencial. Él, estaba sentado en un bar.   No recuerdo si le acompañaba Paula de Parma, que había escapado de la dedicatoria, o era Pepe de Palma el que estaba con él. Lo que sí recuerdo es que le abordé con reparos pues iba con la idea de comentarle que me había divertido mucho con París. Se lo dije con temor a que lo último que pretendiera Vila-Matas al escribirlo fuera  hacer reír. Todo es misterioso e inquietante.  Hasta cuando estoy en el periódico  pendiente de una noticia, me persigue el espíritu de Vila-Matas, que no se acaba nunca. Tampoco sé porque escribo todo esto. Bueno, sí. Por miedo al ' síndrome de  Bartleby'. Y al de compañía, claro.

martes, 12 de abril de 2016

Profesores que leían el periódico

Hay momentos, gestos, actitudes y personas que te marcan para acompañarte toda tu vida sin saber exactamente por qué. Los hermanos Duran, por ejemplo. Xisco y Miquel Duran Pastor (el primero murió hace ya algunos años; el segundo, este 10 de abril de 2016) tenían algo en común: la música clásica y la lectura de periódicos. Si de aquel grupo --digamos heterodoxo-- que, en los años setenta, pasó por sus clases del colegio San Luis Gonzaga de Palma (lo mejor de cada casa, que se decía entonces) salió alguien que se dejara seducir por alguna de aquellas aficiones, habrá que atribuirlo, en parte, a ellos.

Miquel Duran, que para entonces llevaba la asignatura de Historia en BUP, solía llegar a sus clases con los diarios leídos y, encima, hacía bandera de ello. Alguna vez entraba con alguno bajo el brazo, pero su teoría era la siguiente: que había que desconfiar de quienes, de buena mañana, aseguraban que todavía no habían leído el periódico y que se lo reservaban para la tarde. Era muy irónico (para buena parte de quienes le escuchábamos aquellas mañanas, a qué negarlo, un punto de insoportable o pedante). Fingía que no entendía según qué cosas, pero lo hacía pensando en algún añadido a sus clases. Por ejemplo, cuando afirmaba que las discotecas eran como los hipogeos egipcios. O cuando ironizaba sobre conversaciones que decía haber oído por la calle. ‘Me encuentro a gente que me dice vamos a galerías y resulta que no van a ninguna exposición ni nada parecido, van a Galerías Preciados’, soltaba. Y, entonces, hacía un gesto de complicidad consigo mismo y miraba al fondo del aula por si habíamos captado la ironía.
Su hermano, ‘el señor Francisco’ (él era ‘el señor Duran’, o Miguel Durán, así en castellano), no llevaba una asignatura en concreto cuando leía el periódico . Llenaba unos tiempos muertos, de una hora, que eran de ‘estudio’ o ‘repaso’. Llegaba con el diario, lo abría, lo ponía sobre la mesa y se enfrascaba en sus páginas. Recuerdo una Ultima Hora, que entonces salía también por la tarde, con el resultado de las presidenciales de  Estados Unidos. Un chico puertorriqueño, creo que se apellidaba Lastra, estiraba el cuello desde su asiento para tratar de leer el titular. Francisco Duran le dijo: ‘Sencillamente, que ha ganado Carter’. Él respondió ‘Yo iba con el  otro’. Y Duran, Francisco, se limitó a comentar: ‘ No era electo’. Se refería a que Ford había sustituido a Nixon como vicepresidente tras el Watergate y que Carter sí había pasado por las urnas. Y así, con ese ‘no era electo’, te enterabas del sistema electoral americano mucho antes de que ese asunto formara parte de alguna asignatura  si es que,  alguna vez, enseñar eso entró en los manuales de estudio. Quizá, instigar la curiosidad sea la única manera de hacerte aprender algo, aunque sea fuera del guión. Como aquella vez que se presentó con Carmina Burana y un tocadiscos prehistórico. Y Dios me libre de idealizar demasiado el sistema educativo del franquismo agonizante o de los primeros años de democracia. Sólo puedo agradecer, eso sí, no haber ido a un colegio de curas, pese a que llegara a ver cosas que hoy serían sancionables, como pegar chicles en el cabello o dar bofetadas con las dos manos. Pero, como todo tiene momentos buenos, a veces, surgía algo interesante: las clases de los Duran, por ejemplo.
Supongo que ver pasear a los hermanos Duran con sus periódicos me ayudó a querer a los diarios de papel. El primero que recuerdo haber comprado es una Ultima Hora del día que se murió Franco, el 20 de noviembre de 1975. 'Arias lloró’,  se veía en aquella portada que retengo.
Hace alguna semanas, la última vez que me crucé con Miguel Durán por la calle, también me habló de periódicos. Apenas sin voz, apoyándose medio cuerpo en un bastón, y como si  hubiera salido de casa sin avisar, me contó que ya sólo leía los diarios italianos y que intentaba llegar a una papelería de Jaume III por ver si tenía el que buscaba. Había dejado de interesarse por los periódicos españoles, me dijo. Y  con menos fuerza de lo que era habitual en él las veces que me lo he encontrado muchos años por la calle, se llevó una mano a la frente, que era su gesto habitual cuando quería mostrar asombro por la actualidad. Se despidió amablemente y no le volví a ver más.

Miquel Duran publicó en diciembre de 2013 una suerte de Memorias, Girant l’ullada cap enrere (Coc 33, Serveis Editorials, SL), un libro que iba más en el estilo de los aforismos que en el de una autobiografía al uso. Me contó que escribir así, sin orden ni concierto y dejándose llevar por los pequeños momentos, como si fueran aforismos, era algo que había aprendido de Tòfol Serra, otro de esos profesores que te cambian la vida gracias a su personalidad arrebatadora y fuera de lo común.
En su último libro, Duran incluye momentos que nunca nos hubiera contado en sus clases de San Luis, cuando se enfundaba su traje de las ironías. Por ejemplo, que jamás pudo olvidar la muerte de una hija de un año después de que su padre y su hermano no pudieran hacerse con un depósito de oxígeno en la Cruz Roja porque ‘salieron de casa desesperados sin coger la cartera” (página, 120). Si eso no es desencanto indignado  y crítica social,  es que seguramente aún no se ha inventado.
El final de Girant l’ullada... es Duran en estado puro. Aventuraba que como era muy posible que el tiempo que quedaba  ‘ya no sea de poesía’, sólo cabía esperar un ‘Götterdämerung’, el wagneriano ocaso de los dioses. Quedo a la espera. E intentaré contarlo.

domingo, 28 de febrero de 2016

El día de la bola extra

Mañana es el día de la bola extra. Llega una vez cada cuatro años, con  los febreros de los bisiestos. El calendario, como las ‘flippers’ de la sala de máquinas en la que quemabas sábados y domingos de otros tiempos, te pone una bola de más para continuar la partida. Mañana es 29 de febrero y ese es el día ideal para llenarlo con las cosas que nunca dijiste, para terminar las historias que dejaste a medias (o para empezarlas otra vez y probar un final diferente); mañana es el día ideal para rescatar todo lo que te queda pendiente y saborearlo como un vino viejo de las grandes ocasiones, de esos que abrirás cada cuatro años y que te devolverá a lugares lejanos. Mañana es el día para intentar lo que no pudiste hacer en su momento; aquella llamada de la que te arrepentiste o aquella decisión que cambiaste por otra. Mañana es ese día especial, un día de regalo; un día para tomar (si quieres)  el camino contrario al que elegiste de forma precipitada; para continuar lo que dejaste a medias en cualquier otro momento y, quizá, diste por perdido u olvidaste. Mañana puedes intentar ser tú y salir sin el disfraz de los otros días del año. Clic, clic, bola extra. Continúa la partida y sabes que tendrás una oportunidad que no tuviste el año pasado, ni el otro ni el anterior, y que tardará otros cuatro en volver. Mañana saldrás a la calle con una oportunidad para no equivocarte; o para volverte a equivocar con toda conciencia. Mañana es el día de la bola extra. Un día para recordar todos los principios que has dejado escritos por ahí y buscar el modo de llevarlos hacia  alguna parte. Mañana nos regalan un día que puede cambiar todos los demás. El día de la bola extra.

domingo, 31 de enero de 2016

O estamos o no estamos

'O todos o ninguno'. Este es el título del artículo que publica hoy, 31 de enero de 2016  el catedrático de Lengua Española de la Autónoma de Madrid y académico  Pedro Álvarez de Miranda. El enlace es

 http://elpais.com/elpais/2016/01/29/opinion/1454067629_361566.html

Su tesis es que "duplicar los sustantivos en masculino y femenino para evitar el sexismo lingüístico lleva, en ocasiones, a situaciones agotadoras". Es la respuesta a un artículo anterior, escrito por una mujer, la diputada Mónica Oltra, a  la que, con la condescendencia habitual en este tipo de escritos, no cita  por su nombre y a la que reprocha que aluda a 'diputados y diputadas', 'señores y señoras`', o 'ellos y ellas' en algunos casos y que, en otros, no lo haga.

El autor numera, del 1 al 12,  las veces en que  Mónica Oltra tendría que haber duplicado los sustantivos para "ser coherente con su receta". Y, con el afán ridiculizador habitual en estos casos señala que (por ejemplo)  donde escribe "los grandes perdedores del 20-D", tendría que haber escrito "los grandes perdedores y las grandes perdedoras". O, que  cuando anota "en vez de te presto un diputado y me lo devuelves", tendría que haber escrito "te presto un diputado y una diputada y me lo o la devuelves".

Qué cansino resulta a veces este debate. Así, y todo, ahí van otras formas posibles de cómo sin utilizar el masculino como genérico ni duplicar sustantivos es posible simplificar el lenguaje.

Utilizando las misma numeración y los ejemplos sobre los que ironiza el académico, también se hubiera entendido igual así:

1-Quienes perdieron el 20-D (Y  no  "los grandes perdedores y grandes perdedoras", como le  propone escribir  en plan irónico)
2-En vez de culpar al resto (Y no "culpabilizar a los demás y a las demás de sus propios males")
3-El rey recibirá a representantes de (Y  no "el rey recibirá a los representantes y a la representantes")
4-No podrán formar grupo parlamentario diferente, quienes (y no, "no podrán formar grupos parlamentario diferente los diputados y las diputadas)
5-En vez de tener más de una portavocía (Y  no, "en vez de tener más de un portavoz o una portavoz")
6-No se contraviene la norma cuando aquellas personas (Y  no, "no se contraviene la norma aquel o aquellas")
7-A quienes están diciendo esto ( Y no, "a los señores y señoras que están diciendo esto")
8-Te presto un escaño y  me lo devuelves. (y no, "te presto un diputado o una diputada y me lo devuelves")
9-Sólo así se entiende que el PSOE preste un escaño (Y  no, "sólo así se entiende que el PSOE preste un diputado o una diputada")
10-Y al llegar a este punto (Y  no, "llegados y llegadas a este punto")
11-Por si tres escaños le resulta demasiado gravoso (Y no, como sigue recomendando de forma irónicamente académica "por si tres diputados o diputadas")
12- Ceda usted un escaño ( Y no, "ceda usted un diputado o diputada")

Naturalmente, ha sido muy celebrado en Twitter el texto de Pedro Álvarez de Miranda y el palo a Mónica Oltra. Hay alternativas al todos o ninguno, también en el lenguaje. O estamos, o no estamos.



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