sábado, 29 de junio de 2013

El mundo en los días de Basilio (un periodismo peculiar)

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 Sólo un domingo de 1993 no se publicó en Baleares el artículo que Pedro J.  había escrito para la ocasión . Fue el primer domingo de Basilio Baltasar (Palma, 1955) en la dirección del periódico que, ese año, empezó a llamarse El Día del Mundo de Baleares. Se publicó el lunes en una página par. Los de coordinación con Madrid no entendían nada y fue la comidilla en la Redacción. ¿Pero que se ha creído éste  que se atreve a levantar la Carta del Director? Basilio Baltasar la  había ‘levantado’ (que es como se llama  en el periodismo escrito al hecho de retirar en el último momento una pieza que iba a  publicarse) para sustituirlo por su primer ‘óvalo’.
Llamábamos  ‘el óvalo’, o ‘los óvalos’ a las cartas a toda página que (a raíz  de aquella circunstancia )  Basilio Baltasar empezó a publicar   los sábados con sus peculiares análisis de la realidad. Eran textos a toda página que envolvían   una fotografía  o una ilustración enmarcada en una especie de óvalo. Recuerdo varias;  textos muy trabajados  que pretendían ser la denuncia o el aldabonazo  de la semana. Todo estaba muy cuidado, desde el titulo al párrafo final. Por ejemplo, un    ‘Yo acuso’ en que aprovechaba las mismas palabras que Zola utilizó en el ‘caso Dreyfus’, para cargar contra quienes, desde la clase política, no ponían trabas a la venta de tierras de Mallorca a extranjeros. Fue una de sus principales ‘apuestas informativas’  (que es como llamamos a las obsesiones en periodismo).

El primer artículo del nuevo director   no se publicó como ‘óvalo' sino con  formato de editorial. Era   27 de enero de 1993. Se titulaba  ‘En la Isla de las voces’, arrancaba en portada y empezaba así: “Yerra quien se precia de conocer el mundo. Yerra quien pretenda dominarlo. Se equivoca quien alberga ilusiones de poder perpetuo”.    Era el típico artículo (¡cuántos habré visto!) de inicio de nueva etapa y dedicado  a definir un  punto de partida y  enmarcar compromisos.  Un editorial en que también podía leerse lo siguiente: “Un atropellado exceso de marketing institucional ha confundido los valores de una sociedad que debe quererse a sí misma por encima de todas las cosas. La sociedad ha cedido, por abulia, indiferencia o ingenuidad, a abstractas instancias administrativas, voces, gestos, poder. Esta renuncia voluntaria (nuestra ha sido la culpa de esta flagrante omisión) ha permitido una Administración arrogante dispuesta a usurpar y concentrar competencias que una sociedad sana y justa debe recuperar, ejercer o disolver”.

Situémonos. Estamos hablando de 1993, los años de la bonanza, del todo vale, acabábamos de dejar los ochenta, hacía apenas diez años que Felipe gobernaba y el poder político autonómico de derechas  vivía cómodamente instalado después de una ‘modélica transición’ en la que, sí, habíamos estrenado libertad pero también habíamos heredado el  modo de operar de la dictadura. Veinte años después,  a  la vista de lo que ha venido luego y en plena era de agotamiento,  quizá aquel editorial de entonces  se entienda mejor hoy en estos tiempos de la sociedad indignada

Así, con estos mimbres y después de la ruptura de Rey Sol SA (la empresa de Barceló) con Información y Prensa, SA, que editaba Diario 16, nacía El Día del Mundo.  La empresa de Diario 16 reaccionó rápido. Un día antes de que saliera a la calle El Día del Mundo, ya estaba en los quioscos el nuevo  Diario 16 de Baleares que, con el tiempo,  dirigiría  Antonio Alemany.
 Fernando Reinlein, director adjunto de Diario 16, militar represaliado    por haber formado parte en 1974 de la Unión Militar Democrática (UMD),  aquel movimiento que emuló al de los 'capitanes de Abril' portugués  y a quien llamábamos ‘el capi’, fue  el artífice de aquella gesta. De la noche a la mañana consiguió sacar una edición que llevaba encartada un suplemento para las Islas. Al ‘Capi’  le  conocíamos bien en Palma. A él y a quienes,  como mi amigas  Mariló Suárez o Yolanda Garisoaín  vinieron con él para ‘Volver a empezar’, que fue como tituló su artículo el 26 de enero de 1993. ¡Qué recuerdos!

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Muchas veces he pensado en El Día del Mundo de Basilio Baltasar. Supongo que en la vorágine de medios de hoy en día, en la era de los tuits y retuits, de las informaciones inmediatas, de los  digitales  y de la precariedad laboral, no tendría posibilidad de supervivencia ya que un medio así no se entiende si no es de calidad y la calidad sólo se consigue con personal bien pagado. El Día del Mundo de Basilio Baltasar vendría a ser como esa idealizada , pero quizá inexistente,  La 2  de TVE a la que volvemos la mirada cuando queremos hacer una pausa pero que, únicamente,  puede existir de  la mano de otra. En aquel paréntesis, El Día del Mundo fue   un periódico ‘de autor’ alabado por personas tan diferentes como Joan Pericàs (Obra Completa, Sloper, Palma  2011), gran amigo que murió muy joven y que jugó un papel destacado  en el  proyecto,  o Miquel Segura , que  definió esa época  como ‘una de las etapas más libres del periódico’ (Francesc Gost, ‘Miquel Segura.La derrota i la mel’. Lleonard Muntaner, Editor, Palma 1999).

  Lo primero que hizo Basilio Baltasar cuando llegó al periódico fue decir que estaba de paso.  Tirando del ovillo de la Universidad y de la gestión de Nadal Batle alcanzó  a las vísperas de la caída de Cañellas; inicio una cruzada contra la venta de tierras  a capitales extranjeros y llenó sus páginas de ecologistas y ‘verdes’. Una vez, creo que de forma totalmente injustificada,  cargó contra el GOB  que es el referente del ecologismo balear. Vino con  una idea en la cabeza que, a la larga, terminaría por no ser compatible  ni con la propiedad del periódico en las Islas ni con el estilo más combativo que reclamaba  El Mundo en  Madrid. Se iba a la part forana de Mallorca, que es como llamamos en la Isla a los municipios que no son Palma,  a dar conferencias de presentación del periódico que dejaban sin habla a quienes lo escuchaban. Más que nada,  porque no le entendían. Recuerdo a un alcalde que, tras la presentación de rigor, dijo algo así como ‘Bueno, después de lo que ha dicho, tengo poco más que añadir’. Digamos que, con todos sus claroscuros,  tuvo algo de   Marqués de Esquilache intentando convencer a  la sociedad española del  1760  de   las ventajas de la Ilustración.  Recuerdo un titular que se le pasó en el periódico y que luego puso como ejemplo de lenguaje incorrecto: 'Rescatadas dos mujeres solas en una barca'. Explicaba que si hablábamos de dos,  y tratándose de mujeres, no cabía anotar 'solas'.   Años después, todavía  hay gente que llama El Día del Mundo a El Mundo de Baleares. 

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